
Hace pocos días se conoció la noticia de que Taylor Swift volvió a adquirir los derechos sobre sus seis primeros discos, en una operación realizada entre la artista y Shamrock. Ahora, ¿Es muy loco pensar que alguien tenga que volver a comprar algo que le pertenece? Sí y no, el análisis es más fino.
La industria de la música, más bien las discográficas, se hacen propietarias de la grabación maestra y controlan cómo distribuir, además de quedarse con las licencias. El artista sigue cobrando por eso, pero no puede decidir sobre lo que compuso. En el caso de Taylor, como otros tantos, al volver a adquirir esos masters, puede hacer y deshacer a piacere, sin necesidad de rendirle cuentas a nadie.
No hace mucho también nos enteramos que Justin Bieber decidió vender su catálogo, empujado por una mala situación económica. De alguna manera es un as en la manga que, quienes componen, tienen, aunque la mayoría de las veces son empujados por el aprieto y los millones de dólares que reciben no son un gran negocio, aunque así lo parezca.
Bob Dylan, Bruce Springsteen y Tina Turner han vendido sus derechos. Siguen recibiendo regalías pero ya no tienen el control de sus propias creaciones ¿Tendrá que ver con el ocaso de su carrera? Es probable. Bob Dylan vendió los derechos de más de 600 canciones a Universal Music Publishing en 2020 por una suma estimada de varios cientos de millones de dólares. Bruce Springsteen vendió los derechos de sus canciones a Universal Music Publishing en 2020 y Tina Turner a BMG en 2018.
¿El derecho de la propiedad intelectual es eterno? No, después de 70 años de la desaparición de ese dueño de los derechos, pierde los derechos de explotación, las canciones son de todos y de nadie, para decirlo de manera más técnica esa obra pasa al dominio público, pudiendo ser utilizada por cualquiera, de forma libre y gratuita
En este multiverso musical, allá por 1985 Michael Jackson compró los derechos de muchas canciones de The Beatles, tal vez de las más famosas. En una operación que rondó los 47 millones de dólares, el autor de "Thriller" se quedó con los derechos de reproducción de las canciones de The Beatles que fueron compuestas entre 1964 y 1970. Esto no le cayó bien a Paul McCartney, quien declaró: “Crees que alguien es tu amigo, y de repente, llega y te roba la misma alfombra en la que te sentabas con él”. En 1995, Jackson vendió una parte de su participación en ATV a Sony Music, y finalmente, Sony adquirió la totalidad del catálogo de The Beatles.
El verde billete obnubila a quienes rápidamente quieren hacer crecer sus arcas, las jugadas sucias de las compañías discográficas dejan a los artistas con cuentas bancarias gordas pero sin ser dueños de algo que crearon. Esto seguirá sucediendo, aunque antecedentes como el de Taylor Swift alertan y advierten. Canciones presas y dueños atados de manos, tan viejo como la música misma.