
El Fondo Monetario Internacional lanzó una advertencia clara a los países de América Latina: mantener la disciplina fiscal es clave para afrontar la volatilidad global. En su visita a Paraguay, el subdirector gerente del FMI, Nigel Clarke, remarcó que los gobiernos deben resistir la tentación de modificar sus marcos fiscales ante la presión de ciclos políticos o choques externos.
Clarke recordó que, aunque la región salió mejor de lo previsto de la pandemia, la deuda pública vuelve a niveles peligrosos. A su juicio, flexibilizar las reglas fiscales ahora podría generar desconfianza en los mercados e incrementar los costos financieros.
En varios países, el debate fiscal está encendido. Colombia, por ejemplo, evalúa activar una "cláusula de escape" para suspender su regla fiscal, ante un déficit proyectado de casi el 7% del PIB. Esta tendencia preocupa al FMI, que ve en este tipo de decisiones un riesgo para la estabilidad regional.
El organismo advierte que la fragilidad externa se intensifica. La economía estadounidense, las tensiones con China y los nuevos aranceles comerciales reducen el margen de maniobra para América Latina. Por eso, el mensaje es claro: mantener los planes fiscales y seguir con las reformas estructurales.
El FMI revisó a la baja su previsión de crecimiento para América Latina y el Caribe en 2025, dejándola en apenas un 2,0%. Entre los factores están los efectos de las barreras comerciales en México y una menor demanda global. Las exportaciones, una fuente clave de divisas, están perdiendo fuerza.
Ante este contexto, Clarke destacó la importancia de aumentar la productividad, eliminar barreras comerciales internas y reforzar las capacidades técnicas de los países. Como parte de esta estrategia, el FMI lanza una iniciativa de capacitación regional en Paraguay, enfocada en fortalecer la gestión macroeconómica.
El mensaje del FMI es inequívoco: sin orden fiscal, no hay margen de maniobra. En una región donde la presión política suele inclinar la balanza hacia el gasto público, el llamado a la prudencia es también un mensaje para los liderazgos.
Con elecciones en el horizonte en varios países y un contexto internacional hostil, el dilema es claro: ajustar ahora para evitar crisis después, o ceder a la presión popular y correr el riesgo de una nueva tormenta fiscal.