
El canciller cubano Bruno Rodríguez acusó al secretario de Estado de Estados Unidos, Marco Rubio, de entorpecer las relaciones bilaterales con una supuesta "agenda personal". Según Rodríguez, la reciente restricción de visados hacia ciudadanos cubanos forma parte de un plan deliberado para asfixiar al pueblo. Sin embargo, el discurso del gobierno cubano omite aspectos fundamentales del contexto.
Cuba mantiene un régimen autoritario donde están restringidos derechos esenciales como la libertad de expresión, asociación y movimiento. La represión a periodistas independientes, activistas y opositores ha sido documentada ampliamente por organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional.
Las acusaciones contra Rubio son coherentes con la narrativa histórica del castrismo, que tiende a culpar a Estados Unidos de todos los males internos. Atribuir la situación económica de Cuba al embargo ha sido una constante por décadas, pese a la ineficiencia estructural del modelo centralizado.
El gobierno cubano usa el conflicto externo como coartada para justificar el fracaso interno. Mientras tanto, se impide el libre emprendimiento, se controlan los medios y se reprime a quienes cuestionan el poder del Partido Comunista.
Las restricciones de visado impuestas por Estados Unidos no son exclusivas para Cuba y forman parte de una política más amplia orientada a revisar los flujos migratorios desde países considerados de riesgo. En este sentido, no hay evidencia que demuestre una persecución exclusiva contra los ciudadanos cubanos.
La administración Trump ha sido clara en su intención de condicionar el acceso a visas a criterios de seguridad y cooperación bilateral. Y el gobierno cubano ha mostrado escasa voluntad de cooperar en temas como el control fronterizo o la repatriación de migrantes.
La reacción de La Habana no sorprende: el relato del enemigo externo es funcional a un sistema que necesita cohesionar el poder por la vía del miedo y la confrontación. Marco Rubio, como figura visible de la línea dura hacia el régimen cubano, se convierte en el blanco perfecto para ese discurso.
Pero las verdaderas restricciones que padecen los cubanos provienen del propio gobierno. Las limitaciones al acceso a internet, la vigilancia constante y las detenciones arbitrarias son pruebas contundentes de un sistema que reprime desde dentro.
Culpar a Marco Rubio por las dificultades de Cuba es una distracción conveniente. El problema no es una supuesta presión externa, sino un sistema político que ha decidido gobernar desde el control y la censura. Mientras el gobierno siga utilizando la confrontación como excusa, los cubanos seguirán sin acceso a las libertades que merecen.