
Los nitazenos, una familia de opioides sintéticos desarrollados en los años 50 y nunca aprobados para uso médico, han llegado a México. En junio de 2025, el ISSSTE encendió las alarmas tras detectar su circulación y advertir sobre su extrema potencia, superior incluso al temido fentanilo.
Algunos de estos compuestos pueden ser hasta 800 veces más potentes que la morfina, y su consumo en dosis minúsculas puede ser mortal. Aunque en Europa y Estados Unidos ya se habían registrado sobredosis con estas sustancias, es la primera vez que se reporta su presencia en el país. Su fácil fabricación y la dificultad para detectarlos en pruebas toxicológicas los convierten en una amenaza silenciosa tanto para autoridades como para usuarios.
Los nitazenos suelen aparecer en mezclas con heroína, fentanilo u otras sustancias como benzodiacepinas, sin que el consumidor lo sepa. Esto los convierte en un peligro oculto y difícil de rastrear. Su presentación puede variar entre polvo, pastillas o aerosoles. En algunos casos, han sido encontrados en drogas comercializadas como oxicodona falsificada o incluso en cigarrillos electrónicos adulterados.
La ausencia de controles sobre su producción y dosificación hace que el margen entre el efecto deseado y la sobredosis sea casi nulo. Además, las sobredosis por nitazenos requieren dosis mucho mayores de naloxona, el antídoto habitual contra opioides. En ciertos casos, fue necesario administrar hasta cinco dosis para revertir los efectos letales.
Estados Unidos ha acusado a farmacéuticas chinas de estar detrás de la exportación ilegal de nitazenos, que estarían ingresando a México como paso previo a su llegada a territorio estadounidense. El flujo internacional de estas drogas escapa al control de aduanas y organismos regulatorios, lo que ha encendido alarmas tanto en Washington como en Ciudad de México.
El caso más reciente involucra al protonitaceno, detectado en California y relacionado con muertes por sobredosis. Este derivado, tres veces más potente que el fentanilo, ya está en el radar de las autoridades mexicanas. En foros clandestinos y redes sociales, circulan tutoriales para su manipulación y venta, lo que agrava aún más la situación.
El surgimiento de los nitazenos coincide con un momento crítico para la región, donde el consumo de opioides ha ido en aumento. En México, donde aún no existen programas robustos de reducción de daños, su aparición podría agravar significativamente la crisis sanitaria. La carencia de estadísticas claras sobre sobredosis y consumo complica el diseño de políticas públicas eficaces.
Expertos en salud pública advierten que una respuesta tardía podría derivar en una ola de muertes evitables. Recomiendan reforzar la capacitación médica, asegurar el acceso a naloxona y lanzar campañas informativas urgentes. También señalan la necesidad de actualizar los protocolos forenses para detectar estos compuestos en autopsias y pruebas de laboratorio.
Los nitazenos representan un salto cualitativo en el riesgo del narcotráfico moderno: son invisibles, ultrapotentes y letales en miligramos. Su presencia en México exige una acción inmediata desde el Estado y la sociedad. La experiencia de Estados Unidos y Canadá puede servir como advertencia para evitar repetir sus errores.
Informar, detectar y actuar rápidamente puede marcar la diferencia entre contener la amenaza o enfrentar una tragedia de proporciones incalculables. La lucha contra esta nueva ola de opioides exige coordinación entre gobiernos, organismos internacionales, sociedad civil y el sector salud antes de que sea demasiado tarde.