
Estados Unidos y China reanudaron las negociaciones comerciales en Londres los días 9 y 10 de junio, en un intento por reactivar el diálogo tras meses de tensión. Las conversaciones, realizadas en Lancaster House, se extendieron más de lo previsto, en un contexto marcado por presiones económicas y una creciente rivalidad tecnológica.
La reunión culminó con un anuncio positivo: ambas delegaciones alcanzaron un acuerdo provisional que evita, por ahora, una nueva escalada arancelaria. El pacto, enmarcado dentro de los compromisos asumidos en Ginebra, fue presentado como un paso intermedio hacia un acuerdo más amplio y duradero.
Según fuentes cercanas a la negociación, China accedió a levantar restricciones a las exportaciones de tierras raras, elementos fundamentales para la industria tecnológica global. A cambio, Estados Unidos prometió flexibilizar los controles sobre semiconductores, software y componentes aeronáuticos que afectan a empresas chinas desde hace años.
Ambos gobiernos reconocieron que se trata de avances parciales y que la aprobación final dependerá de los presidentes Donald Trump y Xi Jinping. Se espera que ambos mandatarios revisen el marco alcanzado antes del 10 de agosto, fecha límite para definir la continuidad de la tregua comercial.
La noticia fue bien recibida en los mercados internacionales. Los índices bursátiles de Asia y Medio Oriente subieron de forma notable, mientras que Wall Street mostró reacciones más cautelosas pero positivas. Los precios del petróleo también se dispararon, reflejando expectativas de mayor estabilidad económica y aumento de la demanda industrial.
A pesar del entusiasmo inicial, varios analistas advirtieron que el acuerdo carece de detalles concretos. Persisten dudas sobre qué aranceles permanecerán vigentes y cuáles se eliminarán definitivamente. Además, la presión sobre el sector tecnológico no desaparece: el control sobre chips de IA y sistemas de comunicación sigue siendo un punto crítico.
Acuerdo comercial entre Estados Unidos y China. Muy ventajoso para ambos. Y todavía hay algunos que dicen que Trump no es un negociador...
— Daniel Lacalle (@dlacalle) June 11, 2025
La inflación en Estados Unidos se modera y los datos son mejores de lo estimado. Vía Bloomberg.
Baja el índice de energía, baja la… pic.twitter.com/P6LSs6TPgr
Los puntos estructurales del conflicto —propiedad intelectual, subsidios estatales, y control sobre tecnologías estratégicas— siguen sin resolverse. Aunque el marco alcanzado representa una victoria diplomática temporal, no garantiza una distensión sostenida.
El componente simbólico es fuerte: ambas potencias mostraron voluntad de diálogo en medio de un escenario global tenso. Sin embargo, como han señalado algunos diplomáticos europeos, este tipo de acuerdos suele ser más una pausa táctica que una solución definitiva.
El futuro de la tregua dependerá de las próximas semanas. Si Trump y Xi validan el acuerdo y logran traducirlo en un documento operativo con fechas, compromisos y fiscalización, el proceso podría encaminarse hacia un acuerdo real.
De lo contrario, el 10 de agosto marcará el fin de la tregua temporal y podría dar paso a nuevos aranceles, especialmente sobre sectores clave como los automóviles, las telecomunicaciones y la inteligencia artificial. La interdependencia comercial entre ambas potencias está en juego, pero también lo está el equilibrio económico global.
🔴 ÚLTIMA HORA
— RTVE Noticias (@rtvenoticias) June 11, 2025
Trump da por cerrado el acuerdo comercial con China. Según anuncia, los aranceles quedarán en el 55% para los productos chinos, y un 10% para los que exporte Estados Unidos al gigante asiático.#Canal24Horas
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Este nuevo entendimiento entre Estados Unidos y China puede significar una descompresión importante para el comercio global, pero aún está lejos de ser una resolución de fondo. La diplomacia ha ganado tiempo, no certezas.
Ambos países se enfrentan al desafío de demostrar que pueden convivir como competidores sin arrastrar al resto del mundo a su rivalidad. Por ahora, lo logrado en Londres es un paso, no la meta.