
Padres e hijos han escrito historias en la música desde hace mucho tiempo y si nos ponemos a analizar minuciosamente podemos ver que rara vez el progenitor supera a su creador. Analizando algunos casos de la música mundial y nacional, nos encontramos con algunos que no les han llegado ni a los talones a la persona que les dio la vida.
Uno de las muestras más emblemáticas sucede con John Lennon. Quien supo ser uno de los nombres más rutilantes del mundo de la música, tuvo en Sean y Julian dos cantantes que no llegaron a trascender y se perdieron en la intrascendencia. El caso paralelo nacional puede ser Charly García, su hijo Migue, a quien tuvo con María Rosa Yorio, apenas editó algunas canciones de las que nadie tiene registro alguno.
El premio Nobel de Literatura, Bob Dylan, tuvo a Jakob Dylan que con su banda The Wallflowers apenas puedo arrimar algún mini hit para los rankings más populares, allá por los finales de la década del 90. También podemos hablar de Zak Starkey, hijo de otro Beatle, Ringo Starr o James McCartney, hijo del gran Paul, ambos editaron su música casi como obligados por la pesada herencia, sin resultados muy interesantes.
Dweezil Zappa, hijo del legendario Frank tiene su propia banda que hace canciones de ¡Su papá! Y así podemos seguir refutando la famosa frase del alumno superador del maestro o la mejora a través de las generaciones. En la música no sucede y no sucederá, por lo menos en estos tiempos.
Yendo al plano local nos podemos acordar de Moris y su hijo Antonio Birabent, el progenitor de Ciro de Los Piojos subiendo a varios escenarios a cantar en vivo, Wayra Iglesias, hija de Tete de La Renga y los hijos de Flavio y Vicentico siendo integrantes de Los Fabulosos Cadillacs durante varios años.
Lo cierto es que en estos casos, tanto en el plano nacional como internacional seguramente vayan a agasajar a sus padres con un buen perfume, una corbata o un gran vino, lo único que pedimos es que que no se pongan a cantar.