
Las manifestaciones en Bolivia alcanzaron un nuevo nivel de violencia este miércoles, dejando al menos dos personas fallecidas y decenas de heridos. Las protestas, que comenzaron como expresiones de malestar por la situación económica y decisiones del gobierno de Luis Arce, se han transformado en una crisis política de magnitud creciente.
Los enfrentamientos más graves ocurrieron en El Alto, Cochabamba y Santa Cruz, zonas que ya habían sido escenario de tensiones en crisis pasadas. Los reclamos se multiplican: inflación, desempleo, denuncias de corrupción y una percepción de falta de diálogo. El tejido social boliviano, históricamente frágil, vuelve a tensarse.
La oposición boliviana, aunque dividida en facciones, ha ganado tracción en las calles. Sectores cívicos, gremiales y universitarios convergen en las protestas sin un liderazgo único, pero con demandas coincidentes: renovación política, mayor transparencia y garantías democráticas.
El gobierno acusa a ciertos sectores de buscar desestabilización, mientras refuerza su narrativa de continuidad institucional. Sin embargo, los intentos de contener el malestar con medidas paliativas o discursos conciliadores parecen no surtir efecto. La desconexión entre autoridades y ciudadanía es cada vez más notoria.
Evo Morales ocasiona violencia en Bolivia solo por sus intereses personales, dice excandidato presidencial Vicente Cuéllar https://t.co/Hw5jNNZu3d
— CNN en Español (@CNNEE) June 13, 2025
Organismos internacionales como la OEA y la ONU han expresado preocupación por el uso de la fuerza en el control de las manifestaciones. La comunidad internacional pide investigaciones imparciales y respeto a los derechos humanos.
Bolivia, que en años recientes había recuperado cierta estabilidad macroeconómica, se enfrenta ahora a una nueva encrucijada: mantener el orden sin caer en excesos represivos, y responder a una ciudadanía que ya no se conforma con promesas.
🇧🇴‼️ | Cuatro policías y un civil muertos en violentos enfrentamientos entre fuerzas del orden y seguidores de Evo Morales, tras 10 días de protestas y bloqueos en Bolivia.
— UHN Plus (@UHN_Plus) June 12, 2025
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Si no se restablece un canal de diálogo efectivo, la espiral de protestas podría agravarse. La combinación de descontento económico, desconfianza institucional y fracturas sociales crea un cóctel peligroso para la gobernabilidad.
El desenlace sigue abierto, pero el llamado generalizado es a evitar más derramamiento de sangre. En una región convulsionada por sus propias crisis, lo que ocurra en Bolivia podría tener repercusiones más allá de sus fronteras.
Bolivia transita un momento crítico que exige responsabilidad de todos los actores. La protesta social, lejos de ser un fenómeno pasajero, refleja fracturas estructurales no resueltas. Su resolución no vendrá de la represión ni de discursos vacíos, sino de un compromiso real con el diálogo y la inclusión política.