15/06/2025 - Edición Nº859

Internacionales

Hipocresía diplomática

¿Prodictadura?: Javier Milei y Gerardo Werthein ignoran la condena de la ONU a Obiang por secuestros y torturas

14/06/2025 | Argentina, marcada por el dolor de las dictaduras, hoy elige el silencio ante la represión en Annobón. Ni Milei ni su canciller Werthein condenaron al régimen de Obiang, denunciado por la ONU por secuestros, torturas y persecución racial.



Argentina, el país que convirtió el “Nunca Más” en bandera internacional, hoy guarda un silencio incómodo. La dictadura más longeva de África -la de Teodoro Obiang Nguema Mbasogo en Guinea Ecuatorial- fue condenada por la ONU por secuestros, torturas y persecución étnica en la isla de Annobón. Pero ni el presidente Javier Milei, ni su canciller Gerardo Werthein, ni la Cancillería argentina emitieron una sola palabra. Ni siquiera después de un fallo histórico.

El 10 de junio, el Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de Naciones Unidas ordenó la liberación de 37 ciudadanos annoboneses secuestrados por motivos raciales. Muchos estuvieron meses incomunicados y fueron brutalmente torturados por las fuerzas de seguridad del régimen. La ONU no dejó dudas: fue una violación grave y sistemática de los derechos humanos, por razones étnicas, culturales y nacionales. Una persecución racial, lisa y llana.

Y sin embargo, desde Buenos Aires, la diplomacia argentina prefiere mirar para otro lado. Mientras se alardea sobre soberanía y libertad, se sientan en silencio con una dictadura que reprime, encarcela y censura. El embajador argentino Juan Ignacio Roccatagliata -quien representa a nuestro país ante la Unión Africana y Etiopía- recibió en las últimas semanas a emisarios del régimen, sin emitir declaraciones, sin registros oficiales, sin preguntas incómodas. Sin derechos humanos.

El contraste es obsceno. Argentina, tierra que parió a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, hoy se codea con un régimen que secuestra opositores por protestar contra la destrucción ambiental y el saqueo de recursos naturales. La isla de Annobón está militarizada, sin internet ni comunicación, con su población sometida al hambre y al miedo. Pero para la Cancillería, parece no existir.

Quizás el problema sea que Annobón no es una potencia comercial, ni tiene bancos que ofrezcan créditos blandos. Tal vez no rinde en el mercado de los gestos diplomáticos. O tal vez es más fácil gritar por la libertad desde un atril que ejercerla con coherencia.

La condena de la ONU es clara, y pone fin a décadas de impunidad. Pero expone también las zonas grises de una política exterior que prefiere la conveniencia al compromiso, la foto a la memoria, el negocio al Nunca Más.

En Argentina, las dictaduras dejaron heridas abiertas que aún sangran. Y hoy, frente a otra dictadura, en otra tierra, con otras víctimas, la Cancillería calla. Aunque duela.