15/06/2025 - Edición Nº859

Opinión


Altares del Siglo XXI

La fe después de Francisco

15/06/2025 | Francisco marcó una época y dejó una Iglesia inquieta. El nuevo Papa llega con perfil bajo y desafíos enormes. ¿Puede liderar una fe que ya no se expresa como antes?



La elección de León XIV como nuevo Papa marcó el fin de una etapa única en la historia reciente del Vaticano. Y con el cierre de la era Francisco, la Iglesia Católica entra en una fase incierta, desafiante y profundamente simbólica. Se fue un pontífice que no gritaba, no vendía ni buscaba trending topics, pero que durante más de una década encarnó una de las pocas voces morales capaces de incomodar al poder sin perder humanidad. Hoy, el rostro cambió, pero el eco de Francisco sigue resonando. ¿Qué Iglesia queda en pie después de él? ¿Qué mundo la espera?

León XIV, hasta ahora, parece moverse con cautela. Su elección del nombre ya habla por sí sola: un guiño a la historia, al peso institucional, a los pontífices de carácter fuerte. En sus primeros gestos mostró austeridad, equilibrio y un estilo pastoral menos carismático, pero no por eso menos estratégico. Mantener abiertas las comisiones sinodales y centrar su primera homilía en el “diálogo como signo de santidad” fueron señales de continuidad sin calcar a su antecesor.

Pero no basta con heredar. Hay que interpretar. Y el mundo que recibe a León XIV no es el de 2013. Hoy la Iglesia no solo enfrenta tensiones internas, entre restauradores y progresistas, entre nostalgia y aggiornamento, sino una crisis externa de otro calibre: la espiritualidad se atomizó, se digitalizó, se volvió líquida y perdió el hilo de lo trascendente.

El Papa que incomodó a todos

Francisco fue amado y resistido, con la misma intensidad y muchas veces por los mismos. Para algunos, fue un pastor cercano; para otros, un populista eclesial. Habló del “descarte humano” antes que los papers de sociología. Lavó los pies a presos y migrantes cuando otros preferían lavar la imagen. Canonizó mártires de dictaduras, pidió perdón a pueblos indígenas, denunció el clericalismo y bendijo silencios antes que condenas. “La realidad es más importante que la idea”, escribió en Evangelii Gaudium. Pero claro, hay quienes prefieren las ideas… sobre todo si no manchan los zapatos.

En lo doctrinal fue cauto, en lo pastoral fue disruptivo. No se metió con los dogmas, pero sí con los hábitos. No cambió los catecismos, pero sí las preguntas. Su estilo no fue el de la sentencia, sino el del gesto. Y eso, en una Iglesia que se pensaba experta en certezas, fue revolucionario.
Ahora bien, ¿qué hace un nuevo Papa después de alguien así? ¿Volver a lo seguro? ¿Doblar la apuesta? ¿Buscar equilibrio? Por ahora, León XIV parece optar por el silencio estratégico. Pero el mundo, y no solo el católico, espera. Espera una señal, una palabra, una brújula.

León XIV: el peso de un nombre y el silencio como estilo

Con León XIV llegan otros modos. No parece buscar la simpatía de los medios ni la viralidad de los gestos. Tampoco necesita hacerlo. Sabe que carga con una herencia potente, y por ahora se mueve en puntas de pie. Pero eso no significa debilidad. Significa estrategia. Sus primeras señales fueron claras: mantuvo abiertas las comisiones sinodales, habló del diálogo como eje y eligió un nombre que remite a Papas de peso histórico. Nada improvisado.
No es plenamente francisquista. Pero tampoco es su sombra. Es otra cosa. Aún por descubrir.

Una Iglesia entre dos mundos

La transición no se juega solo en el Vaticano. Se juega en la calle, en las diócesis, en los celulares y en los algoritmos. Porque la Iglesia hoy compite, sí, compite, con nuevos lenguajes de espiritualidad. Algunos se parecen a la fe. Otros apenas simulan consuelo.

Hay influencers que rezan en vivo, apps de confesión con IA, “retiros” en auriculares con música binaural y misas grabadas en 360°. Nada de esto es necesariamente malo. Pero obliga a hacerse preguntas incómodas:

¿Qué pasa con la fe cuando se convierte en contenido? ¿Quién es el pastor en una era de seguidores? ¿Y qué queda de la comunidad cuando todo se vuelve on demand?

La tentación de responder con rigidez está siempre a mano. Pero el mundo actual no se ordena a gritos. Se interpreta. Y ahí está el mayor desafío para León XIV: no solo liderar la Iglesia, sino leer el tiempo sin nostalgia ni miedo.

La fe también respira en lo cotidiano

En muchos rincones del mundo -y muy especialmente en nuestro continente- la espiritualidad no se apaga, aunque no siempre se vea. Vive en comunidades que hacen patria sin cámaras, en creyentes silenciosos que sostienen la fe de un barrio, en líderes que más que hablar, escuchan.
Pero también hay tensiones. No solo entre credos o ideas, sino entre las instituciones religiosas y un mundo que ya no responde a liderazgos verticales. Leer el mapa espiritual de una sociedad exige más que tolerancia: exige sensibilidad cultural, memoria histórica y una idea democrática del alma colectiva.

La transición eclesial que estamos viendo no es solo una cuestión del Vaticano. Es un espejo de época. Habla de lo que nos pasa como sociedad. Habla del poder, del miedo, del futuro. Y, sobre todo, habla del deseo de volver a encontrar sentido en medio del vértigo.

Una pregunta para cerrar (o para empezar)

Tal vez Francisco fue el último Papa con peso global real. Tal vez no. Pero lo que seguro fue, y es, es una brújula moral en tiempos donde sobran brújulas rotas.

Ahora el tiempo es otro. El rostro es nuevo. La palabra también. Pero el hambre de sentido sigue ahí, intacto.

¿Quién se anima a saciarlo sin eslóganes ni fórmulas mágicas?

¿Quién tiene hoy el coraje de decir, con gestos, lo que no se puede escribir ni en latín, ni en 280 caracteres?

Eso, y no otra cosa, es lo que está en juego después de Francisco.