
Autor de El coloso justicialista (2021) y ¿La democracia en peligro? (2023) actualmente Ruocco comanda junto a Juanma La Volpe y Luis Paz la nave de contenidos 421 Broadcasting Network, un proyecto editorial y de revista digital a través del cual apuestan a la palabra escrita y a la noble interfaz del texto para batallar contra la velocidad de la imagen.
Hay una vuelta al vinilo, al DVD, al coleccionismo, algunos lo califican de retromania o fetiche, pero me da la sensación de que esconde algo más. Como un intento de recuperar un tiempo que nos robaron y que tenemos recuerdo de que existió. El ritual de buscar un disco, ponerlo y escucharlo, es una experiencia muy diferente a la de la interfaz de singles de Spotify ¿La frase “lo-fi hi-life” explica algo? ¿Desacelerar es un lujo?
El concepto medio entre idea y meme busca reforzar el concepto de que hay más independencia en un modelo de tecnología conocida. Creo que como intentamos teorizar en algunos de los artículos de 421, la idea es ganar espacios de autonomía. En este caso no caer en los ciclos de venta marketineros o creer que toda tecnología es mejor porque es nueva. Hay buena tecnología que funciona y que quizá no necesita reemplazo. Escuchar un disco sin necesidad de estar, otra vez, intervenido por una pantalla o una plataforma. Por un algoritmo. Volver a escuchar 12 canciones al hilo, recordar el efecto que eso produce. Experimentar la totalidad de una obra. Cómo leer un libro en vez de scrollear dos horas en twitter. Tenemos la intuición que son formas más completas, más virtuosas si se quiere. Vuelve a conectar con la idea de todo y salir un poco de la tiranía del fragmento. Creo que es eso, tecnologías de lo completo contra tecnologías del fragmento. Y eso solamente hablando de escuchar música o leer. En nuestro contexto de época y particularmente en nuestra coyuntura económica, tener tiempo es un lujo. Por eso insisto en que hay que detectar esos drenadores invisibles de tiempo (generalmente son artefactos con pantallas) para ponerles un límite. Hoy tener más tiempo para uno mismo es sin duda un ejercicio de autodeterminación.
En “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”, Philip K. Dick imaginó un mundo sintético donde tocar un animal era un lujo. Hoy, en un ecosistema saturado de estímulos, aparece la idea de “soberanía cognitiva” y leer se convirtió en una experiencia contracultural que se permiten los que poseen el tiempo necesario ¿Cómo explicarías la apuesta de 421 en un mundo más de imágenes que de palabras?
421 es una apuesta contracíclica. Mientras la imagen, lo audiovisual y particularmente el video son las formas por donde hoy pasa la actualidad, la coyuntura y la búsqueda de visibilidad, nosotros apostamos a la palabra escrita (en soporte digital) como una forma de volver a poder dar argumentos completos, hablar de cosas que no se hablan tanto, aportar una perspectiva bastante particular de la cultura contemporánea en principio de la Ciudad de Buenos Aires y ojalá que con más tiempo de vida podamos expandir a más partes de Argentina. Por otro lado, el texto es una gran interfaz: es sencillo de indexar, de buscar, de compartir, de linkear. El hipertexto es un formato espléndido si se lo usa bien y no solamente para hacer clickbait o notas SEO, o sea, artículos escritos con el único fin de capturar tráfico de motores de búsqueda.
Yo creo que justamente a medida que la imagen gane más público, que la palabra quede relegada, que se vayan diluyendo continuamente los logros de la alfabetización universal, aquellos que puedan seguir siendo competentes en torno a las palabras (sea leyendo un texto complejo, interpretando sentido, o directamente escribiendo) van a tener una ventaja comparativa respecto de los que no. Y ese es al público al que apuntamos.
¿Hay margen para una nueva ilustración a través de internet?
Voy a citar a Peter Sloterdijk que en su ensayo “Normas para un parque humano” sostiene que los medios masivos de comunicación tuvieron un efecto doble sobre el proyecto ilustrado. Por un lado, aniquilaron esa ilusión de que la ilustración era como una especie de “club de lectura” global. La idea de que la ilustración era un canon de lectura. Por otro, desenmascararon la condición de la ilustración como un proyecto domesticador del humano por el humano. Podemos pensar entonces la ilustración cómo un proyecto domesticador basado en las letras. No veo mucho margen para que eso vuelva a suceder. La cultura de la imagen, la idea de sociedad en red, la velocidad a la que circula la información; todo ello debería ser tenido en cuenta en caso de que hubiese un intento de recrear una nueva ilustración. Yo ni siquiera estoy convencido de que sea feasible ni necesario. Lo que sí en cambio me ayuda a pensar un poco mejor es el concepto de “renacimiento” que uno generalmente lo asocia al renacimiento florentino de los siglos XV y XVI pero que es un concepto con el que nos encontramos varias veces en la historia (en este caso europea) comenzando por el Renacimiento Carolingio, un período de eclosión cultural, asociada a las reformas políticas de Carlo Magno.
Creo que en nuestro caso particular podríamos pensar en renacimientos propiciados por la cultura en red o de internet y en un ámbito más acotado a lo local. En nuestra Nación sobran muestras de momentos o fases históricas donde la cultura ocupó un lugar prominente. Sólo necesitamos un par de mecenas y un poco de decisión política (risas). Ojalá 421 sea un granito de arena para eso.