
Bolivia se encuentra en el centro de una alerta internacional. Un nuevo informe de la ONU, publicado el 16 de junio de 2025, advirtió sobre el inminente riesgo de hambruna que amenaza al país debido a una combinación de factores críticos: inflación sostenida, disminución de reservas internacionales y escasez de combustible. Según el análisis conjunto del Programa Mundial de Alimentos (PMA) y la FAO, entre junio y octubre la situación podría empeorar rápidamente, afectando gravemente la seguridad alimentaria de la población.
Actualmente, más de 2,2 millones de bolivianos, casi un 20 % de la población, ya enfrentan niveles graves de inseguridad alimentaria. La combinación de una inflación acumulada que no se veía desde hace tres décadas y una crisis en el suministro de diésel y gasolina está afectando directamente la producción y el transporte de alimentos. Esta situación pone en jaque la distribución de productos básicos, elevando aún más los precios y reduciendo el acceso de las familias más vulnerables a alimentos esenciales.
La escasez de combustibles ha tenido un efecto devastador sobre el sector agrícola. El maíz, cultivo clave para la dieta boliviana, enfrenta retrasos en su recolección y dificultades logísticas para su distribución. Los agricultores denuncian que sin diésel no pueden operar maquinaria ni transportar sus productos a los mercados. Esto no solo afecta los ingresos de los productores, sino que encarece aún más los alimentos.
El encarecimiento de la canasta básica es ya visible en varios departamentos del país. Productos como arroz, aceite, harina y vegetales han duplicado su precio en menos de seis meses. Las familias de ingresos bajos, especialmente en zonas rurales y periurbanas, están reduciendo la calidad y la cantidad de sus comidas, recurriendo incluso al endeudamiento para subsistir. Las organizaciones humanitarias temen que la situación derive en un colapso alimentario estructural si no se toman medidas urgentes.
A la crisis alimentaria se suma el debilitamiento de las reservas internacionales netas del país, lo que limita la capacidad del Estado para importar bienes básicos y sostener subsidios al combustible. Este deterioro económico ocurre en medio de fuertes tensiones políticas internas y bloqueos sociales, como los recientes cortes de ruta organizados por sectores cercanos al exmandatario Evo Morales, que agravaron aún más el desabastecimiento.
Las medidas oficiales hasta el momento han sido insuficientes. Aunque el gobierno anunció acuerdos para la importación de combustibles y la entrega de bonos alimentarios, los analistas señalan que estas soluciones son transitorias y no abordan el núcleo del problema: una economía paralizada, con escaso margen de maniobra fiscal y creciente desconfianza social.
La situación boliviana contrasta con otros países de la región que, pese a enfrentar inflación, han logrado estabilizar su seguridad alimentaria mediante mecanismos de protección social más robustos. En su informe, la ONU también menciona a Colombia, con un 15 % de población en riesgo alimentario, y a Haití, que vive la peor crisis del hemisferio occidental. Sin embargo, el caso boliviano destaca por la rapidez del deterioro y la falta de reacción estructural.
Desde Naciones Unidas se pidió una movilización internacional para evitar que Bolivia entre en una espiral de hambruna. La prioridad, afirman, es restablecer el acceso a combustibles, asegurar el funcionamiento del mercado interno y coordinar ayuda humanitaria. “No hacer nada no es una opción”, fue la frase que usó un alto funcionario del PMA para describir la urgencia de la situación.
Nota de prensa | Naciones Unidas aclara que Bolivia no está en riesgo de hambruna y destaca esfuerzos del Gobierno en seguridad alimentaria
— Cancillería de Bolivia 🇧🇴 (@MRE_Bolivia) June 17, 2025
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Lo que ocurre en Bolivia no es un desastre natural, sino una crisis fabricada por desequilibrios económicos persistentes, fallas de gestión estatal y un contexto político polarizado. La advertencia de la ONU no solo busca activar la cooperación internacional, sino también presionar al Estado boliviano a actuar con responsabilidad y eficacia.
La hambruna aún puede evitarse, pero el tiempo es limitado. Si no se estabiliza la economía y se garantiza el suministro de recursos básicos, Bolivia podría enfrentar una catástrofe humanitaria sin precedentes en su historia reciente.