
África no solo es el continente más joven del planeta, también es el que registra las más altas tasas de emprendimiento femenino en el mundo. En países como Nigeria, Uganda y Ghana, más de una de cada cuatro mujeres adultas está involucrada en actividades emprendedoras. Según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), el 25,9% de las mujeres en la región subsahariana inician o dirigen un negocio, superando con creces a otras regiones como Europa (6%) o América Latina (15%).
A diferencia de otras regiones donde el emprendimiento suele ser una elección personal o una estrategia de diversificación, en muchos casos el emprendimiento femenino africano surge como una necesidad. La falta de empleos formales y las responsabilidades familiares llevan a muchas mujeres a buscar ingresos a través de negocios informales, mercados locales, pequeñas tiendas o servicios domésticos.
Pese a esto, su impacto económico es contundente: estas mujeres dinamizan las economías locales, crean redes de empleo e introducen innovaciones adaptadas al entorno. Incluso con recursos limitados, muchas de ellas logran sostener estructuras productivas clave para la comunidad.
El gran desafío, según informes del Banco Africano de Desarrollo y la International Finance Corporation, sigue siendo el acceso desigual a créditos, educación y apoyo legal. Aunque las mujeres representan más del 20% de quienes inician startups en el continente, solo acceden al 7% del financiamiento de capital de riesgo.
El programa AFAWA (Affirmative Finance Action for Women in Africa) busca revertir esta tendencia canalizando fondos específicos para mujeres emprendedoras. Del mismo modo, iniciativas como She Wins Africa, del grupo IFC, están formando a cientos de mujeres para escalar sus proyectos, vincularse con inversionistas y mejorar su gestión empresarial.
Aunque gran parte del emprendimiento femenino está concentrado en el comercio informal, sectores como la tecnología, el agroindustrial y la manufactura comienzan a ver una creciente participación femenina. En Ghana, por ejemplo, se ha registrado un aumento del 30% en empresas lideradas por mujeres en tecnologías de información en los últimos cinco años.
Esta transición no es menor: requiere acceso a capacitación técnica, digitalización y redes de apoyo que hasta hace poco eran inaccesibles. Hoy, gracias a programas regionales y la conexión global, muchas emprendedoras están logrando profesionalizar sus negocios y competir en nuevos mercados.
Uno de los hallazgos más destacados en los estudios sobre emprendimiento femenino africano es que las mujeres tienden a reinvertir la mayor parte de sus ingresos en sus familias y comunidades. Esto no solo mejora la calidad de vida a nivel local, sino que genera un efecto multiplicador en educación, salud y seguridad alimentaria.
Desde los mercados de Kampala hasta las granjas comunitarias de Nigeria, el rol de las mujeres emprendedoras es hoy un pilar de resiliencia y transformación estructural en África. Reconocer este liderazgo y eliminar las barreras que lo limitan no es solo una cuestión de equidad, sino de desarrollo económico sostenible.
África tiene mucho que enseñar sobre cómo las mujeres, incluso con menos, logran hacer más.