
El retorno no es una opción. Para miles de venezolanos deportados o bajo amenaza de expulsión en Estados Unidos, el panorama es doblemente oscuro: ni pueden quedarse ni tienen a dónde volver. La cancelación del programa de parole humanitario, impulsada por el nuevo endurecimiento migratorio del expresidente y ahora candidato Donald Trump, ha cortado la única vía legal y temporal que permitía a más de 117.000 ciudadanos venezolanos residir y trabajar de manera regular en EE. UU. Ahora, ante la reactivación de redadas y medidas como la “Alien Enemies Act”, los migrantes enfrentan un limbo legal y humano.
Al otro lado, Venezuela continúa siendo una trampa económica y política. La hiperinflación, el desempleo, la persecución a críticos del régimen y el colapso del sistema de servicios públicos vuelven inviable cualquier posibilidad de retorno digno. Los testimonios recogidos relatan vidas desgarradas por la incertidumbre, la imposibilidad de ayudar a sus familias desde el extranjero y la amenaza constante de ser expulsados a un país donde la vida cotidiana se ha tornado insostenible.
Las recientes decisiones de Trump han acelerado las deportaciones y cerrado los accesos legales a decenas de miles de migrantes. Entre ellas, se cuentan la eliminación de vías de asilo, la restauración de redadas en lugares de trabajo y la exclusión de países como Venezuela y Cuba de los programas de protección temporal. Este endurecimiento ha sido presentado como una estrategia para “recuperar el control de las fronteras”, pero en la práctica ha generado una ola de temor entre quienes ya estaban legalmente registrados.
Especialistas denuncian que estas políticas no solo criminalizan la migración, sino que también desmantelan los pocos resguardos que quedaban para poblaciones vulnerables. El parole humanitario, en particular, era considerado un puente legal ante la falta de otras rutas migratorias viables. Su cancelación deja a miles de familias a merced de decisiones administrativas, sin recursos para apelar ni tiempo para reorganizar su vida.
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— AgenciaVNews (@AgenciaVNews) June 20, 2025
🇻🇪🛩️ 203 migrantes venezolanos que se encontraban en EEUU regresaron al país a través de la Gran Misión Vuelta a la Patria
📌 El grupo estuvo conformado por 165 hombres, 35 mujeres y tres niños pic.twitter.com/ED6pTxiwYP
Venezuela no ofrece ninguna garantía para quienes retornan. El país vive una nueva ola inflacionaria, con devaluación sostenida del bolívar, caída del poder adquisitivo y una renovada fase de persecución política. Reportes de ONGs internacionales alertan sobre arrestos arbitrarios contra economistas críticos, restricciones a la libertad de prensa y cierre de operaciones de empresas extranjeras como Chevron.
Además, los servicios básicos se encuentran al borde del colapso. Hospitales sin insumos, cortes de electricidad diarios y escasez de productos esenciales configuran un entorno de emergencia prolongada. Volver a este contexto, tras haber intentado rehacer la vida en el extranjero, representa para muchos una sentencia al empobrecimiento o al silenciamiento forzoso.
Ante el cierre de EE. UU., muchos venezolanos han comenzado un nuevo ciclo de migración hacia terceros países como Colombia, Ecuador o incluso México. Sin embargo, estas rutas tampoco son estables ni seguras. La discriminación, la informalidad laboral y los riesgos de trata de personas o explotación agravan una situación ya precaria. Aun así, el miedo al regreso empuja a muchos a intentarlo.
Mientras tanto, se estima que más de 7 millones de venezolanos han abandonado el país en los últimos años, lo que convierte a esta crisis en uno de los mayores desplazamientos forzados del continente en tiempos recientes. Sin políticas regionales coordinadas, la presión migratoria seguirá creciendo sin una salida clara.
📍🇺🇸🇻🇪 Un sentimiento de precariedad y miedo invade a los venezolanos migrantes.
— EL PAÍS América (@elpais_america) June 20, 2025
Países que antes les abrieron las puertas, como Estados Unidos, ahora hacen lo posible por mandarlos de vuelta a casa
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La política de Trump frente a los migrantes venezolanos no ocurre en el vacío: responde a un juego electoral, pero con consecuencias humanas profundas. Al cancelar el parole y endurecer los controles, deja a miles en el desamparo legal y emocional. En lugar de ofrecer alternativas ordenadas, apuesta por el miedo y la exclusión.
Mientras tanto, Venezuela sigue siendo un lugar inhabitable para quienes una vez escaparon. El exilio forzoso, el retorno imposible y la amenaza de una vida sin derechos son hoy la cotidianidad de decenas de miles de personas que, una vez más, ven cómo las decisiones de otros definen su destino sin ofrecerles elección alguna.