
El oro ha recuperado su papel como resguardo de valor estratégico a nivel mundial. En 2025, las reservas del metal precioso han alcanzado cifras históricas debido a la inestabilidad geopolítica, la inflación persistente y la desconfianza creciente en las monedas fiduciarias. Ante esta situación, los bancos centrales han decidido aumentar sus tenencias de oro como un mecanismo de protección y afirmación de soberanía financiera.
El repunte en la demanda del oro también responde a una búsqueda de activos tangibles en medio de un contexto financiero global altamente volátil. La percepción de que el sistema monetario internacional está en transición ha llevado a varios países a diversificar sus reservas internacionales para garantizar estabilidad a largo plazo.
Estados Unidos mantiene su posición dominante con 8.133 toneladas de oro, almacenadas principalmente en Fort Knox, Denver y Nueva York. Esta cifra lo coloca por encima de la suma de las reservas de los tres países siguientes. Su liderazgo en este aspecto es un reflejo del poder histórico de su economía, aunque también de una estrategia de conservación acumulada desde la posguerra.
El respaldo en oro no solo sirve como reserva de valor, sino como un instrumento geopolítico. Estados Unidos sigue considerando el metal precioso como un pilar fundamental de su seguridad económica, a pesar de su rol dominante en el sistema del dólar. En este sentido, el oro actúa como una segunda capa de garantía ante eventuales crisis del sistema financiero.
Alemania ocupa el segundo lugar con 3.351 toneladas, seguida de cerca por Italia (2.451 t) y Francia (2.437 t). Estos países mantienen grandes reservas desde hace décadas, como respaldo en el marco de la integración europea. A pesar del euro, cada nación preserva sus lingotes como garantía frente a posibles crisis internas o disputas en la Unión Europea.
La persistencia de estas reservas responde a una cultura monetaria que valora la estabilidad y el control nacional sobre los activos estratégicos. Además, los bancos centrales europeos han optado por repatriar parte de su oro desde almacenes extranjeros, reforzando el control físico sobre sus reservas.
Rusia, con 2.335 toneladas, ha intensificado su acumulación de oro desde 2014, como parte de su estrategia de desdolarización y protección ante sanciones occidentales. El oro se convirtió en un activo clave tras la guerra en Ucrania y la exclusión parcial del sistema SWIFT. Moscú busca en el lingote una herramienta de resistencia frente al sistema financiero dominado por Occidente.
En paralelo, Rusia ha incrementado su producción interna de oro, disminuyendo su dependencia de importaciones. Esto le ha permitido aumentar sus reservas sin afectar su balanza comercial y consolidar una posición de fortaleza interna frente a la presión internacional.
China, con 2.279 toneladas, está ejecutando un plan sistemático de acumulación con el fin de respaldar la internacionalización del yuan y posicionarse como una alternativa al orden financiero actual. El oro chino es también un instrumento geopolítico de primer nivel, usado para consolidar alianzas y proyectar poder.
Beijing ha promovido también la compra de oro por parte de instituciones financieras estatales, generando un ecosistema doméstico favorable a la acumulación. La estrategia se enmarca dentro de su ambicioso plan de "seguridad financiera nacional" frente a las presiones externas.
El top 10 lo completan Suiza (1.040 t), India (876 t), Japón (846 t) y Turquía (615 t). India destaca por sus compras activas entre 2023 y 2024, en paralelo a su ascenso como potencia regional. Turquía, por su parte, ha mostrado un patrón volátil, vendiendo y comprando oro según sus necesidades de liquidez y estabilización cambiaria.
Suiza, tradicionalmente un refugio financiero, mantiene importantes reservas como respaldo a su sistema bancario y a su moneda. Japón, aunque menos activo en nuevas compras, conserva sus reservas como parte de una estrategia de conservación monetaria y protección cambiaria.
Países como Kazajistán, Uzbekistán, Polonia y Singapur también han aumentado sus reservas. En enero de 2025, según el Consejo Mundial del Oro, los bancos centrales compraron en conjunto más de 18 toneladas, lo que marca una continuidad en la tendencia de adquisición iniciada en la década anterior.
Estos movimientos reflejan una clara estrategia de los mercados emergentes por protegerse ante posibles devaluaciones, crisis externas o restricciones monetarias globales. El oro les ofrece una reserva tangible, fuera del control de organismos internacionales o potencias emisoras de monedas fuertes.
El regreso al oro refleja un cambio estructural en el sistema monetario internacional. La acumulación de reservas no es solo una medida técnica: es una declaración de autonomía. A medida que el orden global se fragmenta y el dólar pierde centralidad relativa, el oro resurge como un activo de poder y estabilidad.
Las potencias, tanto tradicionales como emergentes, apuestan por el lingote como garante de su soberanía en un mundo cada vez más incierto. Esta tendencia podría marcar el comienzo de una nueva arquitectura financiera donde el oro vuelva a tener un rol central en la definición del poder económico global.