
El 21 de junio de 2025, Estados Unidos y su aliado Israel lanzaron un ataque sin precedentes sobre instalaciones nucleares iraníes. La respuesta fue inmediata: Irán activó una ola de misiles hacia objetivos israelíes. El planeta entero contuvo la respiración. Y en el sur del continente americano, Argentina decidió intervenir. No por necesidad, ni por estrategia, sino por decisión personal de su presidente.
Javier Milei respaldó sin reservas la ofensiva liderada por Trump y Netanyahu. No conforme con las palabras, envió un buque militar argentino. Lo hizo evocando una guerra ideológica y espiritual. Lo hizo solo. Y lo hizo mientras el resto de la región se mantenía al margen.
Pero hay algo más inquietante en esta historia. Algo que roza lo irracional y lo simbólico: las profecías de Benjamín Solari Parravicini, el artista y vidente argentino que a mediados del siglo XX anunció que "Estados Unidos encenderá una guerra atómica nuclear" y que "Irán, Siria y Corea responderán". Sus dibujos hablaban de "bufones del norte", de "una guerra que hará temblar el mundo" y de un "país arca llamado Argentina" que recibirá a millones de desplazados del hemisferio norte.
Uno de sus últimos alumnos vivos aseguró recientemente que Parravicini le confió en 1972 que la guerra comenzaría en Medio Oriente, y que el cono sur sería refugio. Pero Milei no parece tomar estas visiones como advertencia, sino como misión.
En su discurso frente al Knesset, donde recibió un millón de dólares del Premio Génesis, Milei citó a Israel como "luz de las naciones". Reivindicó a Trump como aliado estratégico, llamó a Hezbollah organización terrorista y prometió mudar la embajada argentina a Jerusalén. No fue diplomacia: fue alineamiento ciego.
Todo esto ocurre en un país sin defensa antimisiles, con presencia de células vinculadas a Hezbollah en la Triple Frontera, y con una sociedad que aún sangra por los atentados a la AMIA y a la Embajada de Israel. Milei elige la guerra. Elige el fin. Y lo hace como si estuviera cumpliendo un destino escrito.
La pregunta no es si cree o no en Parravicini. La pregunta es si gobierna para protegernos o para verse en los libros de historia como el hombre que se animó a incendiar el tablero. La profecía era una advertencia. Pero él la transformó en hoja de ruta.
Milei no está previniendo el apocalipsis. Lo está organizando.