23/06/2025 - Edición Nº867

Internacionales

Cancillería y la entrega de soberanía

Milei sabía del ataque a Irán: Trump e Israel ordenan, Gerardo Werthein avala y Argentina paga caro

23/06/2025 | El presidente argentino conocía el plan. Viajó, posó, gastó dólares, recibió premios como puesta en escena y dejó a sus diputados en Tel Aviv mientras caían misiles. Hoy se entienden embajadas fantasmas, pactos con dictaduras y un silencio estratégico: todo estaba orquestado.



El 13 de junio de 2025 quedará marcado en la historia como uno de los días más vergonzosos de la diplomacia argentina reciente. Ese día, los diputados Damián Arabia y Maximiliano Ferraro estaban en Tel Aviv cuando un misil cayó a pocos metros de ellos, en pleno inicio del ataque israelí contra Irán, que precedió al bombardeo masivo encabezado por Estados Unidos el 21 de junio.

Pero este no fue un hecho fortuito ni una coincidencia. No fue azar que Milei se retirara de Israel horas antes y que sus diputados estuvieran justo a tiempo para presenciar y amplificar el inicio de las hostilidades. Fue una coreografía milimétricamente planeada, donde Argentina tuvo un papel vergonzoso y activo, con Milei como peón obediente de los designios de Trump y Netanyahu.

Ahora que se revelan las piezas del tablero, todo encaja: el desembarco diplomático argentino en Yibuti —un enclave africano clave frente al estrecho de Bab el-Mandeb— no es un error ni una extravagancia aislada, sino una maniobra geopolítica al servicio de intereses ajenos. Ese estrecho, junto con el de Ormuz, controla rutas vitales del petróleo global, y Argentina no está defendiendo su soberanía: la está entregando.

Yibuti, con poco más de un millón de habitantes, es un punto estratégico fundamental para el comercio mundial de energía. Por el estrecho de Bab el-Mandeb pasa cerca del 10% del comercio global, incluyendo millones de barriles de petróleo que abastecen a Europa, Asia y América. Por su parte, el estrecho de Ormuz concentra el 20% del petróleo mundial que se exporta diariamente; un bloqueo allí puede disparar precios internacionales y desencadenar crisis económicas de alcance global.

Argentina, que depende en gran medida de la importación energética, no puede ni debe quedar expuesta a las decisiones tomadas en estas zonas estratégicas sin defender sus propios intereses. Sin embargo, la presencia diplomática y militar instalada en Yibuti sin debate ni transparencia es la muestra clara de un alineamiento sin autonomía, subordinado a los dictados de Washington y Tel Aviv.

Mientras tanto, en el país se aplican ajustes brutales a jubilados, trabajadores y sectores vulnerables, mientras se multiplican los gastos en dólares para mantener embajadas fantasmas, asesores ociosos y funcionarios alojados con lujos en África y Medio Oriente.

Todo esto ocurre bajo el amparo y complicidad directa del canciller Gerardo Werthein, responsable máximo de la política exterior argentina y avalista silencioso de cada pacto con dictaduras, como la de Guinea Ecuatorial, y cada derroche diplomático que contradice el discurso de austeridad. Bajo su firma y su mirada, se mantienen operativos diplomáticos costosos y completamente ajenos a los intereses nacionales.

Investigaciones han expuesto “shopping trucho” de la embajadora de Argentina en Azerbaiyán, Mariángeles Bellusci, con vinos caros, autos de lujo para diplomáticos y sueldos millonarios que la casta diplomática se niega a soltar, incluso frente a la crisis social profunda que atraviesa Argentina.

El viaje de Milei a Israel y su recibimiento con honores, premios y gestos públicos no son hechos aislados ni inocentes. Forman parte de un plan cuidadosamente ejecutado para avalar públicamente la ofensiva bélica contra Irán y posicionar a Argentina como aliado fiel de Trump y Netanyahu, exponiéndola a riesgos diplomáticos, económicos y de seguridad sin consultar ni defender la soberanía nacional.

En paralelo, el embajador argentino ante la Unión Africana, Juan Ignacio Roccatagliata, mantuvo reuniones con funcionarios del régimen de Guinea Ecuatorial. Aunque no se fotografió con el dictador Teodoro Obiang, su rol fue clave en acercar posiciones con uno de los gobiernos más represivos y corruptos del continente africano. Lo hizo sin emitir comunicados, sin rendir cuentas, sin explicar a los argentinos qué intereses se están defendiendo al acercarse a una de las peores dictaduras del planeta.

El silencio del canciller Werthein en este caso es ensordecedor. No solo lo permitió: lo promovió. Y lo hizo en sintonía total con la visión entreguista y espectacular de Milei, que usa la política exterior como un escenario personal, sin límites ni responsabilidad.

La historia parece repetirse. En los 90, bajo Menem, Argentina cedió soberanía, firmó tratados militares y permitió bases extranjeras, apostando a un modelo neoliberal que destruyó la industria nacional y aumentó la dependencia externa. Milei retoma ese camino, pero con un perfil aún más riesgoso: envuelto en delirios mesiánicos y una política exterior de show mediático, arrastra al país hacia un conflicto global que nada tiene que ver con sus intereses.

Esta entrega se paga cara. Millones de dólares despilfarrados en diplomacia opulenta y despliegues militares para potencias extranjeras, mientras la pobreza y la desigualdad crecen en Argentina. Se paga con la vulnerabilidad energética ante crisis internacionales, la pérdida de autonomía para decidir sobre su destino, y la erosión de la credibilidad internacional.

La paradoja es brutal: mientras Argentina sacrifica soberanía y recursos a cambio de favores y reconocimiento simbólico, sus sectores populares sufren exclusión, inflación y ajustes permanentes.

Milei no gobierna con estrategia ni soberanía. Gobierna desde una fantasía personal, soñando con ser Napoleón y protagonizar una Tercera Guerra Mundial como si fuera un videojuego. Pero la realidad es otra: está firmando con sangre, petróleo y dólares públicos un servilismo geopolítico que podría costarle a Argentina décadas de retroceso y sufrimiento.

Y Werthein lo firma con él. En silencio, en inglés, y sin mirar a los ojos de nadie.

Relacionadas
Más Noticias