
por Sebastián Muzi
En el antiguo estadio Delle Alpi de Turín, ante más de 61 mil espectadores, la selección argentina de fútbol escribió una de las páginas más gloriosas de su historia deportiva: la victoria 1-0 en el superclásico contra Brasil en el Mundial de Italia 90.
Era un 24 de junio como hoy. Octavos de final. Brasil dominaba, atacaba y generaba peligro. Pero el fútbol, como la vida, no siempre premia al que más insiste. Cuando el gol brasileño parecía que estaba por caer (tiros en el palo, atajadas de Goycochea, salvadas de la defensa) simpre salía el jugador del Napoli a desplegar toda su genialidad. Como se dice ahora, había que respetar los rangos, y por más que haya salido con el tobillo roto, todavía faltaba su obra maestra.
A los 80 minutos, Diego Maradona frotó la lámpara: tomó la pelota en la mitad de la cancha, gambeteó rivales como si fueran conos y, con el tobillo todavía inflamado, apeló al alma de potrero para habilitar a Caniggia en un mano a mano con Taffarel. El “Hijo del Viento” eludió al arquero y definió con clase. Gol. Silencio en Brasil. Griterío eterno en Argentina.
Durante esa época se acostumbraba que las escuelas habilitaran la TV para que los chicos no fueran excluidos de tamaño acontecimiento y muchas, tiempo después, vieron sus frutos en los recreos: alumnos que imitaban la jugada con los habilidosos 'haciendo' de Maradona y los rapiditos, volando como Cannigia. Luego el eco de las paredes de los colegios simulaba el grito de las tribunas, retumbando por todos los salones.
El partido, sin embargo, no estuvo exento de polémica. Años más tarde, se hablaría del famoso “bidón de Branco”, una supuesta botella con agua adulterada que habría afectado al defensor brasileño. Maradona lo contaría en tono de broma, mientras otros lo negarían o confirmarían según el día.
En su programa La Noche del Diez, el astro recordó la jugada del gol con humor y también habló del famoso bidón: “Branco tiraba los tiros libres y se caía. Cuando terminó el partido me miraba desde el micro y me señalaba. Yo le hacía gestos de que no tenía nada que ver”, dijo Diego.
Por su parte, Carlos Bilardo, el DT argentino, siempre negó la existencia de una trampa, aunque muchos de sus jugadores o miembros del cuerpo técnico confirmaron o sugieron, con no poca picardía, que 'algo había'.
Ese triunfo no solo significó el pase a cuartos. Fue una declaración de carácter, una muestra de que la camiseta argentina, aún golpeada, podía resistir y vencer.
El 24 de junio siempre se recordará como el día del deporte argentino, ya que a la hazaña consumada en suelo italiano también se suman el cumpleaños de Messi, Riquelme y Fangio. Una fecha que parece hecha para las leyendas. Si hubo bidón o no, quizá nunca se sepa, pero sí sabremos que la única poción mágica fue haber reunido en un solo día a tantas glorias de l nuestra patria.