
Una isla "virgen", "remota" y "lista para su nuevo dueño aventurero". Así se promociona la isla Traiguén, en plena Patagonia chilena, en portales internacionales de bienes raíces.
La isla, de más de 45.000 hectáreas, se ubica en el archipiélago de las Guaitecas, región de Aysén, y es ofrecida en el extranjero por nada menos que 35 millones de dólares.
Sin embargo, lo que no aparece en los llamativos titulares del New York Post y otras publicaciones, es que esta isla está habitada.
Y no por cualquier ocupante, desde hace más de 80 años, la comunidad indígena Nahuelquin-Delgado vive en la isla y ha desarrollado una estrecha relación con el territorio.
Además, esta presencia no es sólo simbólica, existe un reconocimiento oficial por parte del Estado chileno que valida su "Espacio Costero Marino de Pueblos Originarios", una figura legal que protege usos tradicionales en zonas litorales.
La polémica estalló cuando la comunidad se enteró de que su territorio ancestral estaba siendo ofrecido al mejor postor en el extranjero, como si se tratara de un terreno sin historia ni habitantes.
La promoción describe a Traiguén como "un trozo idílico e inmaculado al fin del mundo", destacando que tiene el tamaño de la mitad de Hong Kong y es siete veces más grande que la isla de Manhattan. Cuenta con tres lagos, 80 lagunas, más de 160 kilómetros de costas y vastos bosques nativos.
Sin embargo, la visión romántica del "territorio virgen" ignora no solo la presencia actual de la comunidad, sino también la riqueza arqueológica de la zona.
En la isla se han identificado al menos cinco sitios de interés patrimonial, con vestigios de ocupación indígena que se remontan a miles de años atrás.
La historia de estas tierras no comienza con el aviso de venta ni con la llegada de los inversionistas, es parte de una ocupación ancestral que abarca canales y fiordos de Aysén y Chiloé.
Hoy, la comunidad Nahuelquin-Delgado se enfrenta a un nuevo desafío que es defender su hogar no solo de la invisibilización, sino también de la mercantilización. Exigen respeto a sus derechos, al reconocimiento estatal que ya poseen y al valor cultural y humano que no aparece en los folletos inmobiliarios, pero que define el verdadero carácter de la isla.
El ofrecimiento de venta de la isla ha generado debates sobre la conservación, la propiedad de la tierra y los derechos de los pueblos indígenas.
FS