25/06/2025 - Edición Nº869

Internacionales

Emergencia ambiental

Brasil batió récord de incendios forestales en 2024 bajo el gobierno de Lula da Silva

25/06/2025 | Con más de 240.000 focos de incendio y 30 millones de hectáreas calcinadas, 2024 ya es el año más destructivo de la última década.



A seis meses del cierre de 2024, los datos consolidados confirman que Brasil vivió el peor escenario de incendios forestales de su historia reciente. Entre enero y octubre del año pasado se registraron más de 243.000 focos activos, una cifra que superó incluso los picos de destrucción de la década anterior. El epicentro de la catástrofe se ubicó en la región amazónica, donde se concentró más del 58% de los incendios. Allí, la combinación de sequías extremas y el uso ilegal del fuego para transformar tierras generó una tormenta perfecta.

Hasta noviembre, más de 30 millones de hectáreas de vegetación nativa fueron consumidas por el fuego en todo el país, lo que representó un aumento del 79% respecto al mismo período de 2023. En la Amazonía, el área calcinada superó los 13 millones de hectáreas, una superficie similar al tamaño de Inglaterra. La magnitud de la destrucción plantea amenazas serias no solo al equilibrio ecológico regional, sino también al clima global.

Sequía histórica y acción humana

Uno de los factores clave en la propagación de los incendios fue la sequía sin precedentes que afectó a Brasil desde finales de 2023. Las altas temperaturas, producto del fenómeno de El Niño y del calentamiento global, redujeron drásticamente la humedad ambiental y prepararon el terreno para que las llamas se extendieran sin control. Esta situación impactó no solo a la Amazonía, sino también al Cerrado y al Pantanal, donde se reportaron aumentos drásticos de focos de incendio.

A la crisis climática se sumó el uso deliberado del fuego como herramienta para el desmonte ilegal y la expansión agropecuaria. Grileiros y productores rurales aprovecharon la debilidad de la fiscalización ambiental para avanzar sobre tierras protegidas, muchas veces con total impunidad. El fuego se utilizó para "limpiar" el terreno previamente deforestado, intensificando la destrucción incluso en zonas de reserva.

Impacto en biodiversidad y poblaciones locales

Las consecuencias para la biodiversidad fueron devastadoras. Miles de especies animales y vegetales perdieron sus hábitats, y muchas enfrentan un riesgo crítico de extinción. Animales como jaguares, monos, aves y reptiles fueron vistos huyendo de las llamas o muriendo atrapados, mientras los ecosistemas perdían su capacidad de regeneración. La pérdida de cobertura vegetal también alteró el ciclo hidrológico, reduciendo las lluvias y empujando a la región hacia un punto de no retorno.

Las comunidades indígenas y tradicionales también se vieron profundamente afectadas. Muchas aldeas fueron rodeadas por el fuego, y sus habitantes desplazados o forzados a respirar aire contaminado por humo tóxico durante semanas. Organizaciones sociales denunciaron que el Estado tardó en reaccionar y que la ayuda humanitaria fue insuficiente. El fuego no solo consumió la selva, sino también el tejido social de quienes dependen de ella.

Desbalance entre desmatamiento y incendios

Paradójicamente, mientras los incendios batían récords, el desmatamiento por corte directo mostró una leve reducción. Entre agosto de 2023 y julio de 2024 se registró el menor nivel de tala en nueve años, con 6.288 km² deforestados. Sin embargo, esta aparente mejora resultó engañosa: gran parte de las áreas previamente deforestadas fueron luego quemadas, consolidando el cambio de uso del suelo sin generar nuevas alarmas oficiales.

El uso del fuego como herramienta de transformación territorial permitió avanzar sobre zonas sin necesidad de nuevas talas visibles, pero con consecuencias igualmente destructivas. La fiscalización ambiental actual fue insuficiente para detectar estos patrones, lo que permitió que muchos delitos pasaran desapercibidos. La combinación de desmatamiento encubierto y fuego está transformando la selva de manera irreversible.

Malas noticias ambientales 

El escenario de 2024 puso a prueba la capacidad de Brasil para enfrentar simultáneamente las crisis climática, ecológica y social. Aunque el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva celebró la reducción del desmatamiento, los incendios forestales revelaron una realidad mucho más cruda: la destrucción ambiental no se detuvo, solo cambió de forma. Sin una política integral que incluya prevención, fiscalización y justicia ambiental, el ciclo de devastación continuará.

La Amazonía, lejos de ser un problema exclusivamente local, es un pilar fundamental del clima global. La falta de una acción contundente no solo perjudica a Brasil, sino al planeta entero. El 2024 debería ser un punto de inflexión: si la sociedad y el Estado no actúan con firmeza, las llamas de ese año podrían ser apenas el preludio de una tragedia aún mayor