
El miércoles 25 de junio de 2025, a las 23:00 horas, nació Violeta Boric Carrasco, primogénita del presidente chileno Gabriel Boric y su pareja, Paula Carrasco, en el Hospital Clínico de la Universidad de Chile. El acontecimiento no solo conmueve por su carácter íntimo y familiar, sino que marca un hecho histórico: es el primer nacimiento de una hija presidencial en ejercicio desde 1930, cuando Carlos Ibáñez del Campo ocupaba el poder.
Ambos padres han mantenido una relación de perfil reservado, pero con señales públicas contundentes. Carrasco, química ambiental de 31 años y exseleccionada nacional de básquetbol, conoció al mandatario en 2023, durante los Juegos Panamericanos. Su vínculo se formalizó ante la opinión pública durante las Fiestas Patrias de 2024, y el embarazo fue anunciado poco después, en diciembre del mismo año.
La primera pista del embarazo fue una publicación de Boric en Instagram, con una ecografía y el mensaje: "Traerás a junio cada primavera, puntito...". En febrero de 2025 confirmaron que esperaban una niña, y en marzo revelaron el nombre elegido: Violeta. El nombre no es casual. Además de su carga afectiva, evoca inevitablemente a la figura de Violeta Parra, ícono de la música popular chilena y símbolo cultural del país.
Tras el nacimiento, el presidente chileno expresó estar "conmocionado" y profundamente agradecido por la fortaleza de su pareja: "La admiro mucho. Me emociona profundamente cómo ha vivido este proceso". En declaraciones posteriores, enfatizó su decisión de ejercer su rol paterno con dedicación. "Siempre hablaré como presidente, pero también como padre", afirmó, asegurando que tomará los cinco días legales de postnatal masculino.
Actualmente, la pareja reside en el tradicional barrio Yungay, en Santiago Centro. Sin embargo, ya han iniciado una mudanza hacia San Miguel, una zona más cercana a la familia paterna del mandatario. La nueva vivienda, de estilo Tudor y valorada en unos 500 millones de pesos chilenos, está pensada como un entorno más adecuado para la crianza de su hija.
En La Moneda, el equipo presidencial ha tomado con mesura la noticia. Aunque se espera que el acontecimiento genere una imagen positiva para Boric, especialmente en su última etapa de gobierno (que concluye en marzo de 2026), el enfoque oficial ha sido el de mantener la intimidad familiar y evitar un uso político del momento.
Lo que sí está claro es que este nacimiento trae consigo una relectura del rol presidencial. Boric, que ha impulsado políticas de equidad de género y corresponsabilidad parental, se convierte ahora en ejemplo viviente de esos principios. La figura del presidente-padre, algo infrecuente en la política chilena, permite humanizar el poder y mostrar nuevas formas de liderazgo, más vinculadas a lo emocional y lo cotidiano.
El mandatario ha señalado su intención de criar a su hija con independencia: "Quiero que no cargue con mis traumas ni mis errores, que sea libre, que tenga su propio camino". En tiempos de escepticismo hacia las figuras públicas, esta forma de sinceridad puede tener una resonancia potente, sobre todo entre los más jóvenes.
La llegada de Violeta a La Moneda no solo es un suceso privado para Gabriel Boric y Paula Carrasco: representa un símbolo político y cultural. Humaniza al presidente y lo alinea con valores contemporáneos como la equidad parental y la vida familiar activa. Es probable que este gesto tenga una lectura favorable, especialmente en un país que atraviesa un proceso de transformación institucional y cultural.
Más allá de los efectos mediáticos, este hecho plantea una pregunta de fondo: ¿puede un líder político ser también un referente emocional? Con Violeta en brazos, Boric parece apostar por un modelo de autoridad más empático, íntimo y moderno.