28/06/2025 - Edición Nº872

Internacionales

Crisis social

Colombia: Gustavo Petro y la izquierda fracasan ante la perfidia crónica

28/06/2025 | El país sufre una desconfianza estructural que obstaculiza cualquier reforma; ni la izquierda ni la derecha logran romper ese ciclo.



En Colombia, la desconfianza se ha convertido en un patrón estructural, una enfermedad crónica que mina no solo la política, sino también las relaciones sociales. El periodista Juan Pablo Calvás ha bautizado este mal como "perfidia crónica", refiriéndose a la sospecha permanente de que el otro romperá los acuerdos. Esta actitud no responde a una traición concreta, sino al temor constante de que la palabra dada carece de valor. En este contexto, la política colombiana se convierte en un escenario paralizado, donde nadie se atreve a proponer soluciones reales por miedo a que los otros actores no cumplan con su parte.

Este clima de sospecha sistemática genera una profecía autocumplida: como nadie cree que los demás van a cumplir, cada quien actúa con cautela, asegurándose de no comprometerse del todo. Esto sabotea cualquier posibilidad de reformas estructurales. La perfidia, según Calvás y el politólogo Juan Gabriel Gómez, profesor de la Universidad Nacional, ha penetrado tan profundamente en el tejido social que impide establecer una agenda común en temas urgentes como seguridad, educación, justicia y equidad.

Una patología social que desborda la política

La perfidia no es un sentimiento exclusivo de los dirigentes. Ha contaminado también a la ciudadanía, que observa cada acción del gobierno o de la oposición como parte de un juego de intereses ocultos. Esto ha derivado en una especie de parálisis cívica, donde el debate se reduce a acusaciones cruzadas, sin espacio para la construcción de confianza. La perfidia impide la formación de consensos incluso sobre lo que debería ser evidente: luchar contra la corrupción, garantizar la seguridad, proteger los derechos sociales.

Los intentos de algunos sectores por establecer agendas compartidas terminan diluyéndose en el mar de la sospecha. El pragmatismo político se convierte en cinismo cuando las partes actúan como si todos los actores estuvieran motivados por el engaño. En consecuencia, los pocos acuerdos que logran nacer lo hacen desnutridos, sin respaldo firme ni continuidad. La enfermedad es tal que ni siquiera las buenas intenciones escapan al virus de la desconfianza.

Costos económicos y sociales de una confianza quebrada

Esta crisis de confianza también tiene consecuencias económicas y sociales concretas. Sin seguridad jurídica ni política, es difícil que florezcan las inversiones necesarias para transformar el país. Cada nuevo gobierno llega con la misión de refundar todo, bajo la sospecha de que sus antecesores obraron de mala fe. Esa lógica destruye la continuidad de políticas públicas y condena a Colombia a un eterno recomenzar.

Los ciudadanos también pagan el precio. Los servicios básicos como salud, educación o transporte carecen de planificaciones sostenidas. La política se ha vuelto cortoplacista, enfocada en lo inmediato, incapaz de trazar horizontes a mediano o largo plazo. Cada medida parece un parche, no una solución duradera. Y así, el ciclo de la perfidia se perpetúa, cada vez más arraigado en la cultura política y ciudadana.

La reconstrucción de la confianza como prioridad nacional

En su columna, Calvás se pregunta si será posible crear figuras o instituciones que funcionen como constructores de escenarios de confianza. Esta no es una tarea menor. Requiere de liderazgo valiente, voluntad sostenida y una pedagogía del acuerdo. La confianza no nace sola, se cultiva con hechos y transparencia. La Colombia que desee avanzar necesitará reconstruir la credibilidad desde lo cotidiano: desde el cumplimiento de promesas pequeñas hasta la coherencia entre discurso y acción en los grandes debates.

No se trata de un simple cambio de gobierno o de color ideológico. Se trata de instalar una cultura política basada en el reconocimiento mutuo y la responsabilidad compartida. Si cada sector continúa viendo al otro como un enemigo a derrotar, nada podrá construirse con solidez. Pero si se logra establecer una base mínima de respeto y cumplimiento, las posibilidades de transformar al país serán reales.


Periodista, Juan Pablo Calvás.

Un diagnóstico certero, un reto impostergable

La perfidia crónica descrita por Calvás es más que una metáfora: es un diagnóstico preciso del malestar que paraliza a Colombia. La sospecha constante imposibilita los acuerdos, condena a la política a la inercia y alimenta la frustración ciudadana. Romper ese ciclo requiere algo más que discursos: exige una transformación profunda de las prácticas políticas y sociales.

Aunque el camino sea difícil, también es necesario. Recuperar la confianza como valor colectivo puede ser la palanca que finalmente saque al país del estancamiento. Colombia no está condenada a vivir en la perfidia, pero sí necesita decidir, de una vez por todas, si está dispuesta a superarla.