
El informe anual de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) encendió las alarmas globales: Colombia aumentó su producción de cocaína en un 53% en apenas un año, alcanzando un récord histórico de 2.600 toneladas durante 2023. Este salto sin precedentes se da en un contexto en el que el país ya concentraba el 67% de los cultivos de coca a nivel mundial, con 253.000 hectáreas sembradas, dos tercios del total global.
La situación ha llevado a la ONU a poner el foco en el suroccidente colombiano, donde el aumento de la productividad está vinculado a factores como el dominio territorial de disidencias armadas, el uso de nuevas semillas más eficientes y técnicas agrícolas avanzadas. En paralelo, los cultivos siguen creciendo a pesar de los intentos del gobierno de Gustavo Petro de implementar estrategias alternativas, centradas en la erradicación voluntaria y el reemplazo de economías ilegales.
El presidente Petro cuestionó públicamente los datos del informe, calificándolos de "trampilla estadística". Sostiene que las cifras no reflejan la realidad en terreno, ya que el aumento registrado podría responder a un cambio en la metodología de cálculo, incluyendo variables como el uso de glifosato o la introducción de variedades de coca con mayor rendimiento por hectárea.
Desde el gobierno también se advierte que los resultados del informe podrían ser utilizados por actores internacionales para presionar un regreso a las políticas de aspersión aérea, un enfoque que el Ejecutivo ha rechazado por sus impactos ambientales y sociales. La administración insiste en avanzar hacia un modelo que priorice el desarrollo rural, la formalización y el combate financiero contra las redes criminales.
El incremento en Colombia no es un hecho aislado. A nivel mundial, la producción de cocaína alcanzó las 3.708 toneladas en 2023, lo que representa un aumento del 34% respecto al año anterior. Paralelamente, se registraron 2.275 toneladas incautadas, un crecimiento del 68% en cuatro años, lo que evidencia también un refuerzo en las operaciones de interdicción en varios países.
El consumo de cocaína también va en aumento. El informe estima que hay 25 millones de usuarios activos entre los 15 y 64 años, lo que supone un crecimiento del 6% anual. La mayor parte de ese mercado se concentra en América del Norte y Europa, aunque la ONU destaca un crecimiento sostenido en África Occidental como nuevo corredor de tráfico.
Estados Unidos, el principal financiador de la lucha antidrogas en la región, ha comenzado a cuestionar los resultados de la política antidrogas colombiana. Funcionarios en Washington evalúan si Colombia cumple con los criterios para mantener su certificación como país cooperante, condición necesaria para continuar recibiendo asistencia económica clave.
Una posible descertificación podría traducirse en recortes a programas de ayuda y obstáculos para el acceso a financiamiento multilateral, afectando directamente las finanzas y la gobernabilidad del país. Mientras tanto, sectores del Congreso estadounidense insisten en condicionar futuros apoyos a una mayor “mano dura”.
Expertos en políticas de drogas advierten que el modelo centrado en la erradicación forzada y la interdicción ha mostrado escasos resultados sostenibles en el largo plazo. Voces como la de Michael Weintraub, profesor de la Universidad de los Andes, sostienen que es momento de transitar hacia estrategias de regulación, salud pública y reducción de daños.
Desde organismos internacionales se reitera que el desafío es estructural y global, y que no puede recaer exclusivamente sobre los países productores. En ese marco, se plantea la necesidad de una reforma profunda del enfoque prohibicionista, que incluya a los países consumidores y dinamice mecanismos de cooperación horizontal.
¿Nivel de estigmatización? Su gobierno ha protegido el narcotráfico al no actuar contra la coca. Los cultivos han superado las 376.000 hectáreas a nivel global, de las cuales el 67% (aproximadamente 253.000 hectáreas) están en Colombia,
— María Fernanda Cabal (@MariaFdaCabal) June 28, 2025
Si la producción total de 2.700 toneladas… pic.twitter.com/BGMJs6G6yf
El salto del 53% en la producción de cocaína en Colombia no solo refleja un fracaso en las estrategias tradicionales, sino que también marca un punto de inflexión para la diplomacia internacional y la relación bilateral con Estados Unidos. La presión externa podría acentuarse si no se estabiliza la tendencia.
Con un mercado global que crece y una geografía interna que favorece a los grupos ilegales, Colombia enfrenta el doble desafío de evitar una crisis diplomática y, al mismo tiempo, recuperar el control efectivo sobre sus territorios cocaleros. El debate sobre cómo lograrlo está lejos de cerrarse.