
La escena política africana está marcada por un grupo de mandatarios que han convertido sus presidencias en reinados de facto. Apoyados por reformas constitucionales hechas a medida, represión sistemática de la oposición y mecanismos clientelares, estos líderes llevan décadas en el poder.
En la mayor parte de los casos, las elecciones están plagadas de irregularidades o directamente vacías de competencia real. El debilitamiento institucional es una constante en estos regímenes, donde el poder se concentra en torno a la figura presidencial.
Llegó al poder el 3 de agosto de 1979 mediante un golpe de Estado contra su tío. Desde entonces, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo ha gobernado con puño de hierro. Con 83 años, es el presidente más longevo del mundo en ejercicio.
Aunque ha legalizado algunos partidos menores, el Partido Democrático de Guinea Ecuatorial domina totalmente la vida política. Las elecciones son criticadas por su falta de transparencia y se reportan violaciones sistemáticas de derechos humanos, mientras su familia concentra el poder económico del país, rico en petróleo pero con altos niveles de pobreza.
En el poder desde 1982, Biya ha superado los 90 años y sigue activo como jefe de Estado. Modificó la Constitución en 2008 para eliminar los límites de mandato.
El partido RDPC y el aparato estatal garantizan su victoria cada ciclo electoral, con escasa presencia opositora real. La situación humanitaria en las regiones anglófonas del país se ha deteriorado, mientras Biya gobierna gran parte del tiempo desde el extranjero, especialmente Suiza, lo que ha generado una imagen de presidencia ausente.
Con dos etapas presidenciales (1979-1992 y 1997-hasta hoy), Sassou Nguesso ha sido una figura constante. Volvió al poder tras una guerra civil en la que contó con apoyo militar extranjero.
Desde entonces ha reformado la Constitución para poder reelegirse indefinidamente. Aunque formalmente existe pluralismo político, la represión de protestas y el control de los medios consolidan su dominio. Tiene 81 años.
Museveni llegó al poder en 1986 tras una guerra de guerrillas. Inicialmente celebrado como reformista, en los últimos 20 años ha virado hacia el autoritarismo.
Eliminó los límites de mandato y edad en la Constitución, y buscará un séptimo mandato en 2026. A sus 81 años, Museveni enfrenta a una oposición joven y popular encabezada por Bobi Wine, pero ha respondido con persecución judicial, violencia policial y control del aparato electoral.
Al frente desde 1993, es el único presidente que ha tenido Eritrea desde su independencia. Su régimen ha sido descrito como una de las dictaduras más cerradas del mundo, sin elecciones, partidos opositores ni prensa libre.
El servicio militar obligatorio y de duración indefinida ha generado críticas internacionales y un éxodo juvenil masivo. La represión se extiende a todos los niveles sociales y la disidencia está criminalizada.
Presidente desde 1999, ha reformado la Constitución para eliminar restricciones al número de mandatos. Gobernando un pequeño pero estratégico país del Cuerno de África, ha aprovechado la presencia de bases militares extranjeras para mantener cierta estabilidad económica.
Pero su gobierno está marcado por el autoritarismo y la censura. Las elecciones carecen de transparencia y los derechos civiles están fuertemente restringidos.
Considerado un líder eficaz por haber reconstruido Ruanda tras el genocidio, Kagame ha consolidado un modelo de desarrollo autoritario. Reformó la Constitución en 2015 para poder seguir gobernando hasta 2034.
Las elecciones están altamente controladas y las críticas internas son duramente castigadas, incluso en el exilio. Kagame ha logrado estabilidad y crecimiento económico, pero a costa de la pluralidad democrática.
Sucedió a su padre en 2005, en una dinastía que lleva casi 60 años en el poder. Ha resistido protestas internas con ayuda del ejército y se ha beneficiado de cambios constitucionales que le permiten seguir presentándose.
Su gobierno enfrenta acusaciones de clientelismo y uso de la fuerza militar para silenciar a la oposición. Las demandas por reformas democráticas han sido reprimidas sistemáticamente.
Entre los jefes de Estado no electos destacan tres reyes: Mswati III (Esuatini, 39 años), Letsie III (Lesoto, 28 años) y Mohammed VI (Marruecos, 25 años), quienes también han consolidado un poder duradero.
Aunque su rol varía entre constitucional y absoluto, todos han mantenido el trono durante décadas. En algunos casos, como en Esuatini, la monarquía ejerce control total sobre los asuntos del Estado.
Los líderes vitalicios africanos se sostienen gracias a una mezcla de poder militar, reformas legales hechas a medida, represión de la oposición y un aparato de propaganda estatal. Las consecuencias son claras: débil institucionalidad democrática, control de los recursos por élites políticas y altos niveles de pobreza y migración juvenil.
Aunque cada país presenta su propia realidad, el patrón de la longevidad presidencial africana revela una debilidad estructural en los mecanismos democráticos del continente.