
F1, dirigida por Joseph Kosinski y protagonizada por Brad Pitt, empezó con todo en la taquilla mundial con una recaudación inicial de 144 millones de dólares, marcando uno de los mejores estrenos para una película original en décadas. Un gran año para Warner Bros. Pictures que había transitado una situación similar con el estreno de Pecadores.
Estrenada el jueves pasado, se centra en la historia de Sonny Hayes, una antigua promesa fallida de la fórmula 1 que vuelve a competir con más de 50 años para ayudar a un piloto sin experiencia en una escudería que anda a los tumbos. F1 ganó presencia no solo por haber rodado en carreras reales como el Gran Premio de Abu Dabi en el circuito de Yas Marina, sino también por su impecable estrategia de marketing. La producción, respaldada por Apple, Warner Bros. y Jerry Bruckheimer Films, ha convertido la ficción en un fenómeno comercial.
El eje central de esta maquinaria financiera es el equipo ficticio APX GP, que ha atraído patrocinios por más de 40 millones de dólares de empresas como Expensify, que asumió el rol de patrocinador principal. Expensify, una compañía de gestión financiera con sede en Portland, invirtió una suma de ocho cifras para que su nombre apareciera en la película, desde la indumentaria de los pilotos hasta menciones en escenas clave, como una conferencia de prensa ficticia o comentarios en la narración de las carreras.
El modelo de negocio detrás de F1 es un caso de éxito para Warner Bros. y Apple, quienes lograron mitigar el elevado presupuesto de la película, estimado entre 200 y 300 millones de dólares, gracias a alianzas estratégicas con marcas como Heineken y la propia Fórmula 1. Estas colaboraciones no solo aliviaron los costos, sino que también potenciaron la promoción del film a nivel mundial.