
Volkswagen Argentina frenó la producción de la Taos y provocó un sismo laboral inmediato: la autopartista Motherson despidió a 155 trabajadores en su planta de Pacheco.
Aunque el hecho podría parecer un conflicto estrictamente sindical o económico, su trasfondo es claramente político: marca la continuidad de un modelo de desprotección del empleo nacional y desindustrialización sin control estatal.
La ausencia de reacción del Gobierno nacional frente a esta situación confirma una línea: la industria nacional puede desmantelarse mientras se promociona el “mercado libre” como solución. Lo que está en juego no es solo un modelo de auto, sino el tipo de país que se busca construir.
Los despidos llegaron con el cierre de un turno completo en Motherson, proveedor clave de piezas para los modelos Taos y Amarok.
Ante la decisión de la terminal alemana de discontinuar la SUV y avanzar hacia una pick-up de origen chino, la empresa autopartista ejecutó el recorte sin intervención estatal ni mecanismos de contención.
Los trabajadores aceptaron retiros voluntarios bajo presión. Hubo llanto, crisis nerviosas y patrulleros en la puerta. Ningún funcionario del Ministerio de Producción ni de Trabajo apareció. Tampoco hubo declaraciones oficiales.
“Nos trataron como delincuentes. En vez de respaldo, mandaron la policía”, denunció un trabajador despedido.
En su lanzamiento, la Taos fue presentada como un hito de producción nacional. Se invocó la soberanía industrial y el fortalecimiento del empleo local. Hoy, esa narrativa se diluye en una transición hacia vehículos importados, sin planificación ni resguardo para los trabajadores.
La política productiva del actual Gobierno queda expuesta: no hay estrategia industrial, ni defensa del empleo, ni reacción ante decisiones empresariales que afectan a cientos de familias. El mercado decide, y el Estado asiste como espectador.
Los 155 despidos en Pacheco son un caso testigo, ya que las decisiones estratégicas se toman en oficinas corporativas lejanas, sin considerar el impacto social.
El Ejecutivo nacional insiste con una visión de “apertura” económica, pero no ofrece respuestas cuando esa apertura deja trabajadores en la calle. Este conflicto revela algo más profundo: la política industrial está subordinada al mercado.
Y mientras se “moderniza” la producción con piezas chinas, se desarma el trabajo argentino que todavía sostiene buena parte del entramado económico.
FS