
El Global Peace Index (GPI) 2025 acaba de publicar su radiografía anual y el diagnóstico no podría ser más sombrío: la paz mundial cayó un 0,36 % interanual. Se trata del decimotercer retroceso en diecisiete ediciones, tendencia que refuerza la idea de una década marcada por conflictos prolongados y violencia criminal fuera de control.
En el nuevo listado, Rusia obtiene la peor calificación (3,441) seguida de Ucrania (3,434) y Sudán (3,323). Que los dos primeros lugares los ocupen protagonistas de una guerra interestatal abierta no sorprende, pero sí que Estados Unidos aparezca en el puesto 36 con un puntaje de 2,443, impulsado por los tiroteos masivos y la polarización política.
La edición 2025 mide a 163 Estados en 23 indicadores agrupados en Seguridad & Sociedad, Conflicto en curso y Militarización. De los países evaluados, 87 empeoraron y 74 mejoraron su score. La brecha entre el decil más pacífico y el menos pacífico creció 11,7% desde 2008.
Más allá de los números absolutos, el índice subraya una realidad palpable: los conflictos son cada vez más internacionalizados. Este año 78 Estados intervienen militarmente fuera de sus fronteras, un máximo histórico.
La región vive una paradoja: mientras las tasas de homicidio caen en varios países, el “fenómeno Ecuador” revierte la curva. Con 44,5 asesinatos por cada 100.000 habitantes, Ecuador se ubica en el puesto 34 del ranking. El crimen transnacional ligado a los puertos y el narcotráfico explica el salto.
México (29.º) mantiene una tasa de homicidios de 23,3/100 000, y aunque su posición mejora levemente, sigue como el miembro de la OCDE con peor desempeño. En Honduras (39.º), las maras vuelven a elevar los niveles de violencia pese a políticas de mano dura.
El Sahel continúa degradándose. Burkina Faso registra masacres civiles que duplican las de 2024, y Mali sufre más de 300 bajas militares solo en junio. Más al este, la ofensiva del grupo M23 en RD Congo desplazó a casi medio millón de personas en seis meses.
En el Cuerno de África, Somalia sigue perdiendo control territorial frente a Al‑Shabaab; la organización islamista retiene al menos 25 % del país. Mientras tanto, Etiopía intenta consolidar una tregua frágil en Tigray, pero emergen tensiones étnicas en Amhara.
Uno de los hallazgos más inquietantes del informe es el aumento del gasto militar en 106 países tras casi dos décadas de descenso. El rearme europeo, motivado por la guerra en Ucrania, impulsa el mayor salto porcentual desde la crisis de Crimea.
Dentro de la OTAN, Polonia lidera con un presupuesto equivalente al 4,2 % de su PIB, seguida de los Países Bajos con 3,4 %. En Asia‑Pacífico, Australia y Japón refuerzan acuerdos de seguridad ante la asertividad de China.
🌏 | Los países más inseguros del mundo según Global Peace Index. pic.twitter.com/OxEFs8uwVA
— Alerta News 24 (@AlertaNews24) June 30, 2025
El precio de la inseguridad es monumental: US$ 19,97 billones en paridad de poder de compra, equivalente al 11,6 % del PIB mundial. Cada punto de mejora en el GPI, según el Institute for Economics & Peace, podría traducirse en US$ 228.000 millones adicionales de crecimiento anual.
Además, 122 millones de personas están desplazadas de sus hogares, un incremento del 185 % respecto a 2008, lo que presiona los sistemas humanitarios y migra la crisis hacia Europa y América del Norte.
Aunque el GPI es la referencia más citada sobre paz, varios expertos critican que subpondera la violencia de género y el crimen organizado, sobre todo en países con registros deficientes. Asimismo, los Estados con prensa libre pueden aparecer peor situados por reportar más incidentes.
La metodología, sin embargo, permite comparaciones longitudinales y ofrece un termómetro valioso para políticas públicas de seguridad y desarrollo.
🆕 Global Peace Index 2025 – Report Out Now!
— Global Peace Index (@GlobPeaceIndex) June 18, 2025
‘The Great Fragmentation’ Driving Conflict: World Peace Plummets
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El ranking 2025 confirma que la inseguridad se diversifica: las guerras convencionales comparten escenario con la violencia criminal y el terrorismo difuso, dibujando un mapa de riesgos que exige respuestas multilaterales. A corto plazo, la tendencia apunta a una mayor inversión en defensa y a la multiplicación de alianzas de seguridad regionales.
A mediano plazo, la clave estará en reducir las desigualdades estructurales que alimentan la conflictividad y en blindar las instituciones democráticas frente a la desinformación y el extremismo político. Sin ellas, cualquier mejora en los indicadores será coyuntural y limitada.