
Basta con ver las comparativas de los distintos resultados de la crítica en Rotten Tomatoes para tener en claro cómo son las cosas: ninguna será jamás Jurassic Park. La primera película de Steven Spielberg tenía ese factor de lo novedoso y de lo sorpresivo, sumado al talento incuestionable de uno de los mejores directores de su generación. Desde 1993 en adelante hubo 5 secuelas (está por llegar la sexta) y ninguna se le acercó en calidad y recepción.
Este jueves, Universal Pictures estrenará una nueva Jurassic World, la cuarta del reboot, que se llamará Renace. En esta oportunidad, en un mundo donde los dinosaurios ya conviven con los humanos en la cotidianeidad pero, al igual que en nuestro plano, le han perdido interés y están volviéndose a extinguir de a poco, aparece un empresario con una idea millonaria y la necesidad de volver a las fuentes.
Pero, ¿cómo? Sí, la isla sigue destruida después de los sucesos de El reino caído en donde fue consumida por un volcán pero ahora, nos hablan de una nueva isla que usaban los científicos para experimentar con genes y en donde dejaban a todos los dinosaurios fallidos y peligrosos que no podían llevar al parque. Ahí tienen que viajar los protagonistas en busca de unas muestras para una nueva invención.
Estamos hablando de un mundo en el que los dinosaurios existen por lo que deberíamos ser más permisivos con el verosímil. Pero que el disparador del caos sea, en la escena del prólogo, un científico tirando un papel de un chocolate dentro de su laboratorio es cuanto menos de una flojera creativa que merece ser señalada.
De ahí en más empezará un viaje plagado de guiños para la película original con escenas calcadas y repensadas en este nuevo contexto, con los dinosaurios de esta película haciendo las veces de los velociraptors o los tiranosaurios que vimos antes. Además, una escena excelente para los que leyeron el libro y se acuerdan de la famosa secuencia en la balsa inflable.
Por lo demás, le falta jugo a Jurassic World Renace, con personajes que se quedan a mitad de camino y que son prácticamente chatos, con situaciones que pasan porque sí y que no parecen tener mayores consecuencias (el esguince de la película es la diva de las inconsistencias narrativas). También hay momentos donde el CGI flaquea y no queda más que resignarse a ver una película que funciona como entretenimiento hasta cierto punto, pero cuyo mayor logro es reavivarnos las ganas de volver a ver la primera y recordarnos lo insuperable que es.