
La República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda firmaron el pasado 27 de junio un histórico acuerdo de paz en Washington, con la mediación directa de Estados Unidos. El tratado contempla el retiro de tropas ruandesas del este congoleño en un plazo de 90 días, la creación de un mecanismo conjunto de seguridad y un marco de cooperación económica entre ambos países.
El secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, celebró el evento como "un momento importante después de 30 años de guerra". La firma fue el resultado de meses de negociación, con rondas preliminares facilitadas también por Qatar en Doha y la intervención directa del enviado especial Massad Boulos.
Washington impulsó el acuerdo con un objetivo estratégico: asegurar el acceso de empresas estadounidenses a minerales críticos como cobalto, litio, tántalo y tungsteno. Estos materiales son fundamentales para la transición energética global y la producción de tecnología avanzada.
Como parte del convenio, se habilita la posibilidad de procesar minerales congoleños en Ruanda, reduciendo el comercio informal y aumentando la trazabilidad, en un contexto donde China había ganado amplia ventaja en el control de estas cadenas de suministro.
Uno de los puntos críticos del acuerdo es que no incluye al grupo rebelde M23, responsable de ocupar territorios clave como Goma y Bukavu en los últimos años. Aunque Kigali niega vínculos actuales con esta milicia, un informe reciente de la ONU afirma que Ruanda ejerce control y apoyo sobre el M23, lo que complica la implementación del pacto.
Por su parte, el gobierno congoleño se comprometió a combatir al FDLR, una agrupación armada que ha operado en la región desde el genocidio de 1994 en Ruanda y que Kigali acusa de colaborar con el ejército congoleño.
El representante especial de la Unión Europea para la región de los Grandes Lagos, Johan Borgstam, valoró en Togo la firma del acuerdo de paz entre la República Democrática del Congo (RDC) y Ruanda el pasado viernes en Washington, pero urgió a su "implementación". pic.twitter.com/7aKnMAYsfP
— EFE África (@EFEafrica) July 2, 2025
Si bien el acuerdo ha sido saludado por varios actores internacionales, también ha generado críticas. Activistas por los derechos humanos y figuras como el Nobel de la Paz Denis Mukwege cuestionaron que el pacto no incluye garantías de justicia, reparación ni procesos de rendición de cuentas para las víctimas de décadas de violencia.
La ONU expresó preocupación por la falta de mecanismos explícitos para proteger a civiles y vigilar los compromisos adquiridos, recordando que acuerdos previos colapsaron por incumplimientos unilaterales y ausencia de vigilancia internacional.
El acuerdo marca un giro en la diplomacia regional y podría representar una oportunidad para estabilizar una de las zonas más inestables del mundo. Sin embargo, su éxito dependerá de la capacidad real de las partes para cumplir los compromisos, frenar el accionar de milicias, y construir confianza política a largo plazo.
En el trasfondo, Estados Unidos emerge como actor central, articulando seguridad regional con intereses económicos. La implementación efectiva será la verdadera medida del impacto de este acuerdo de paz.