
Más de 36.100 afganos cruzaron de regreso a su país desde Irán en lo que la ONU calificó como el mayor flujo diario jamás registrado. Al día siguiente, se sumaron casi 14.000 más, acumulando más de 50.000 retornos en solo 48 horas. Estas cifras son parte de un patrón creciente: más de 1,2 millones de afganos han sido repatriados desde Irán y Pakistán en lo que va del año.
La mayoría de los retornados huyen sin medios, pertenencias ni planificación. Algunos nacieron o vivieron décadas en Irán y regresan a un país que apenas conocen. Las agencias humanitarias advierten que este movimiento no es completamente voluntario y ocurre en condiciones adversas, sin garantías básicas de seguridad, alimentación o reintegración.
El aumento de retornos coincide con un endurecimiento de las políticas migratorias en Irán. A partir del 20 de marzo, las autoridades iraníes impusieron un ultimátum a los migrantes indocumentados para salir del país o enfrentarse a la deportación. La situación se agravó con las recientes tensiones militares entre Irán e Israel.
Según informes de Reuters, miles de afganos fueron expulsados como resultado de operativos en zonas fronterizas, bajo sospechas infundadas de colaborar con redes de espionaje. La ONU expresó su alarma ante esta política de "culpabilidad colectiva" que pone en riesgo a una población vulnerable.
El Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) advirtió que su capacidad para asistir a los retornados es muy limitada. Solo ha recibido el 23% de los fondos que necesita para operar en Afganistán este año. Esto se traduce en campamentos desbordados, falta de alimentos, agua y atención sanitaria.
"Estas personas llegan exhaustas, traumatizadas, con niños desnutridos y sin un techo donde dormir", declaró una portavoz de ACNUR. Las necesidades aumentan a diario, mientras el apoyo internacional sigue estancado.
Los retornos no significan un regreso voluntario. Muchos afganos se ven obligados a salir de Irán tras años de vida estable, empleo y educación. La falta de un plan de reintegración en Afganistán y la persistente crisis económica y de seguridad hacen que el regreso se viva como una segunda expulsión.
Desde 2021, cuando los talibanes retomaron el poder, Afganistán ha visto deteriorarse sus sistemas públicos y su economía. La ONU ha reiterado que cualquier retorno debe ser seguro, digno y voluntario, condiciones que hoy están lejos de cumplirse.