
La nueva legislación fiscal impulsada por Donald Trump amenaza con desarticular una de las principales apuestas económicas de México: la relocalización de fábricas estadounidenses en territorio nacional. El llamado nearshoring había disparado las inversiones en el norte del país, con la esperanza de que México se consolidara como socio estratégico de EE.UU. frente al encarecimiento de la producción en Asia. Pero ahora, con una ley que reduce impuestos a empresas que regresen a suelo estadounidense, esa promesa entra en una fase de incertidumbre.
La norma, firmada por Trump este 4 de julio, forma parte de un paquete más amplio que incluye recortes de impuestos a rentas altas y empresas, así como reducciones en gasto social. La Oficina Presupuestaria del Congreso calcula que el déficit aumentará en 3,3 billones de dólares en la próxima década. Pese a ese costo fiscal, la apuesta del expresidente es clara: repatriar inversiones mediante incentivos. El riesgo para México es evidente: si las empresas tienen mejores condiciones en EE.UU., la motivación para establecer plantas en estados como Nuevo León o Chihuahua se debilita.
El corazón del plan fiscal está orientado a reforzar el llamado onshoring, es decir, favorecer que las empresas produzcan dentro de EE.UU. en lugar de tercerizar operaciones. Esto incluye deducciones fiscales especiales y un tratamiento preferencial a empresas que generen empleos en sectores clave como manufactura, energía y tecnología. Además, se discuten medidas adicionales como nuevos aranceles a importaciones de países que, a juicio del gobierno, “compitan deslealmente”.
Una de esas disposiciones es la polémica Sección 899, que propone un impuesto del 20 % a los ingresos de compañías estadounidenses obtenidos en el extranjero. Aunque aún está en revisión, representa una señal de advertencia para multinacionales que operan en México, ya que podría desincentivar sus actividades fuera de EE.UU. y golpear cadenas de suministro binacionales.
Desde el gobierno mexicano, la reacción ha sido cautelosa. El secretario de Economía, Marcelo Ebrard, aseguró que México seguirá siendo competitivo, destacando la infraestructura, cercanía geográfica y costos laborales como ventajas comparativas. También subrayó que “no habrá modificaciones en las condiciones actuales de inversión”, tratando de contener la inquietud empresarial.
Sin embargo, diversos analistas coinciden en que el cambio del entorno fiscal en EE.UU. podría reconfigurar los flujos de inversión esperados. Firmas consultoras anticipan un efecto moderado en el corto plazo, pero advierten que si Trump avanza en medidas más agresivas, como tarifas automáticas o subsidios directos a fábricas repatriadas, el escenario podría complicarse rápidamente para México.
El sector automotriz es uno de los más expuestos. Muchas ensambladoras operan bajo esquemas integrados entre ambos países, aprovechando el marco del T-MEC. Si las nuevas condiciones fiscales convierten a EE.UU. en un destino más rentable, podrían replantearse proyectos que estaban planeados para México. También hay preocupación en industrias como electrónica, dispositivos médicos y maquinaria pesada.
Empresarios del norte del país, en estados como Coahuila y Baja California, ya comenzaron a manifestar su inquietud. En entrevistas recientes, algunos señalaron que están en espera de ver cómo se instrumentan las disposiciones fiscales para definir futuras inversiones. Las decisiones se moverán en función del diferencial de beneficios netos entre uno y otro país.
Trump ya tiene su megaley fiscal para implementar su agenda política. Gran reducción de impuestos pero los más beneficiados son los ricos. Más gasto en defensa y para políticas antiinmigración. Y grandes recortes sociales. Menos recaudación aumentará el déficit. @Lanoche_24h pic.twitter.com/04Hrpgbny9
— Javier Gutiérrez 📺 @javiergutierreztv.bsky.social (@jgnogales) July 4, 2025
La ofensiva fiscal de Trump tiene como objetivo prioritario reposicionar a EE.UU. como potencia manufacturera, en un contexto global marcado por tensiones comerciales y repliegues geoeconómicos. La estrategia busca revertir décadas de deslocalización, aun a costa de profundizar desigualdades internas y riesgos fiscales.
Para México, la ley representa una amenaza silenciosa pero concreta. Aunque no hay aún un éxodo de capitales, la narrativa de seguridad productiva en territorio mexicano se debilita frente al empuje nacionalista estadounidense. Lo que se juega en los próximos meses es si México logra preservar su atractivo o si, por el contrario, el nuevo proteccionismo fiscal del norte le arrebata su mayor oportunidad industrial en décadas.