07/07/2025 - Edición Nº881

Internacionales

Crisis interna

Gustavo Petro acumula caos político tras audios de Leyva y ruptura con Estados Unidos

07/07/2025 | La revelación de audios comprometedores de Álvaro Leyva desató una tormenta judicial, diplomática y política sin precedentes para Gustavo Petro.



El presidente colombiano Gustavo Petro atraviesa uno de los momentos más delicados de su mandato tras la filtración de audios en los que el excanciller Álvaro Leyva alude a un presunto complot para destituirlo. Las grabaciones, hechas públicas por El País, muestran a Leyva articulando una narrativa según la cual Petro estaría inhabilitado para gobernar por motivos de salud, insinuando incluso un reemplazo encabezado por la vicepresidenta Francia Márquez. El episodio ha sido descrito como un terremoto político, poniendo en entredicho la cohesión del gobierno y su estabilidad institucional.

Aunque Leyva ya no forma parte del Ejecutivo —fue destituido en enero de 2024 por irregularidades contractuales—, el contenido de los audios ha desatado una reacción en cadena. Desde acusaciones de traición a la patria hasta investigaciones formales por parte de la Fiscalía, el caso pone al descubierto las fracturas internas en el Pacto Histórico y el deterioro del vínculo entre Petro y algunos de sus antiguos aliados. A esto se suman cuestionamientos sobre la salud física y mental del mandatario, en un contexto donde la legitimidad presidencial vuelve a estar bajo escrutinio.

Escándalo judicial en expansión

La Fiscalía General de Colombia abrió una investigación contra Leyva por los posibles delitos de conspiración y traición. La Dirección Anticorrupción ya evalúa el alcance legal de los audios y se baraja la posibilidad de una orden de captura. En paralelo, otro caso sacude la Casa de Nariño: el exdirector del DAPRE, Carlos Ramón González, recibió una orden de aprehensión por presunta corrupción, intensificando el clima de fragilidad institucional.

Petro, por su parte, ha optado por una estrategia dual: exigió explicaciones públicas mientras en sus discursos acusa a una “junta del narcotráfico” de operar desde Dubái. Esta retórica, que mezcla denuncia internacional con acusaciones internas, ha sido interpretada como una forma de desplazar el foco de atención, pero también como un intento de blindarse ante el descrédito creciente. Las menciones al narcotráfico buscan también justificar su endurecimiento frente a sectores del crimen organizado.

Francia Márquez: de sucesora a señalada

La vicepresidenta Francia Márquez ha sido uno de los nombres más mencionados en la tormenta. Su supuesta participación en el plan sugerido por Leyva fue desmentida de forma categórica. Márquez no solo negó tener conocimiento del complot, sino que exigió a la Fiscalía abrir una investigación formal y se ofreció a declarar. Su posicionamiento firme fue interpretado como una jugada política para preservar su legitimidad y, eventualmente, proyectarse de cara a las elecciones de 2026.

La tensión entre Petro y Márquez, sin embargo, ya venía escalando. El presidente ha evitado respaldarla públicamente, y voces dentro del oficialismo afirman que existe un distanciamiento estratégico. El episodio de los audios refuerza esta percepción, alimentando versiones de una fractura irreversible entre ambos. En un entorno donde el capital simbólico de Márquez crece entre las bases progresistas, la confrontación interna podría derivar en una reconfiguración de liderazgos.

Crisis diplomática con Estados Unidos

El escándalo cruzó fronteras cuando el gobierno de Petro acusó a congresistas estadounidenses —entre ellos Mario Díaz-Balart y Carlos Giménez— de estar implicados en el supuesto plan de desestabilización. La reacción fue inmediata: el secretario de Estado, Marco Rubio, retiró a su embajador en Bogotá, calificando las acusaciones de “infundadas e inaceptables”. Colombia respondió con el retiro de su embajador en Washington, marcando el punto más bajo en las relaciones bilaterales desde la llegada de Petro al poder.

La escalada diplomática complica aún más la agenda internacional del mandatario. Proyectos conjuntos en temas de seguridad, cooperación antidrogas y transición energética quedan ahora en suspenso. La situación podría tener consecuencias económicas si se prolonga la tensión, especialmente en el acceso a recursos y asistencia técnica estadounidense. Petro ha sugerido una disposición a colaborar “incluso con Trump” en temas de crimen transnacional, pero esas declaraciones no parecen calmar las aguas.

Gobierno desbordado y sin brújula clara

La salida de la canciller Laura Sarabia fue la última ficha en caer dentro de esta secuencia de crisis. En menos de una semana, el gobierno ha perdido a dos figuras clave —González y Sarabia— mientras el presidente lidia con acusaciones cruzadas, fracturas internas y aislamiento diplomático. El Ejecutivo, sin un gabinete sólido ni mensajes coherentes, transmite una imagen de desgobierno y desgaste prematuro.

A pesar de los múltiples frentes abiertos, Petro ha reforzado su tono combativo. No ha ofrecido ruedas de prensa ni comparecencias institucionales formales. Su estrategia parece centrarse en generar narrativas externas de conspiración, mientras el frente interno se desmorona. La falta de voceros técnicos y políticos confiables incrementa la sensación de vacío de poder, justo cuando el país enfrenta desafíos económicos y sociales urgentes.

Mal inicio y mal final 

La crisis del “caso Leyva” marca un punto de inflexión en la presidencia de Gustavo Petro. No solo por la gravedad de las acusaciones o la implicación de figuras clave, sino por el efecto corrosivo que ha tenido sobre la percepción de gobernabilidad. La combinación de escándalos internos, aislamiento internacional y conflictos dentro de su coalición hacen que la posibilidad de una reelección o de continuidad programática se torne incierta.

Desde una perspectiva estratégica, el gobierno parece haber perdido la iniciativa. El vacío de relato institucional y la dependencia de la confrontación como mecanismo de defensa no logran contener la erosión política. El reloj avanza hacia las elecciones de 2026, y el margen de Petro para recuperar estabilidad se reduce semana a semana.