
Lo que fue una de las alianzas más llamativas entre poder político y poder tecnológico ha terminado en una guerra declarada. Donald Trump y Elon Musk, otrora socios en campaña y gobierno, hoy se enfrentan públicamente en una disputa que involucra insultos, ruptura institucional, amenazas económicas y la fundación de un nuevo partido.
La pelea no sólo agita la política estadounidense, sino que también sacude los mercados y fractura el espacio republicano. La tensión comenzó a escalar en mayo de 2025, cuando Musk se pronunció contra el "One Big Beautiful Bill", una propuesta presupuestaria impulsada por Trump.
El CEO de Tesla calificó el plan como una "aberración inflacionaria" y denunció el creciente déficit fiscal. Días después, Musk renunció a la comisión DOGE (Department of Government Efficiency), que había co-dirigido con Vivek Ramaswamy desde noviembre de 2024.
Trump reaccionó con su estilo característico: lo llamó "accidente de tren" y "traidor sin rumbo", y amenazó con retirar los subsidios federales a sus compañías. En eventos y redes sociales, lanzó ataques personales e incluso sugirió revisar su estatus migratorio.
El punto de no retorno llegó el 5 de julio, cuando Musk anunció la fundación de un nuevo partido político: la "America Party". Lo hizo a través de su plataforma X, argumentando que el bipartidismo ya no representa al pueblo estadounidense.
Según Musk, la nueva fuerza será "moderada, tecnológicamente visionaria y centrada en eficiencia fiscal". El anuncio generó reacciones inmediatas: el mercado castigó a Tesla, cuyas acciones cayeron más de un 7% en una sola jornada.
La ruptura tiene derivaciones estratégicas. Trump ha dejado entrever que podría condicionar los incentivos a vehículos eléctricos si Musk mantiene su postura crítica.
Algunos analistas interpretan que podría usarse el presupuesto 2025 para bloquear fondos a SpaceX, Neuralink y otros proyectos asociados al empresario. Musk, por su parte, avisó que desafiará en primarias a cualquier candidato republicano que respalde el plan fiscal trumpista.
La relación entre ambos no era superficial. En 2024, Musk donó casi 300 millones de dólares a la campaña de Trump y fue clave en la elaboración de su plan de reforma digital.
La ruptura no sólo es ideológica sino también estructural. Divide al espacio conservador entre un eje nacionalista y uno tecnológico-liberal que podría capitalizar votos independientes.
El impacto ya se siente en el Partido Republicano. Mientras figuras como Ramaswamy y DeSantis buscan mediar, otros como Marjorie Taylor Greene han cerrado filas con Trump.
Del lado de Musk, una ola de tecnócratas, empresarios de Silicon Valley y libertarios empieza a articular candidaturas bajo el paraguas de la "America Party". El reacomodamiento podría modificar el equilibrio interno del partido.
En medio de este conflicto, la campaña para las elecciones de medio término 2026 se complica. La polarización entre los dos gigantes no solo reconfigura la derecha estadounidense, sino que pone en juego el liderazgo tecnológico, la política fiscal y el mapa electoral.
Ambos bloques podrían canibalizar votos en distritos clave. Lo que hoy parece una disputa entre egos podría convertirse en el cisma republicano más profundo desde la década de 1960.