08/07/2025 - Edición Nº882

Internacionales

Masonería colombiana

Museo Masónico Colombiano: la exposición que está dando que hablar

08/07/2025 | La Gran Logia de Colombia abrió su sede patrimonial al público con una exposición histórica sin precedentes que busca desmitificar la masonería.



En una ciudad que conserva múltiples capas de historia, la inauguración del Museo Masónico Colombiano marca un hito. Por primera vez, una institución masónica en Colombia abre sus puertas al público con una narrativa curada, crítica y orientada a la comprensión. Lejos de los prejuicios, este proyecto busca dar visibilidad a un legado que ha estado durante siglos envuelto en hermetismo.

La sede del museo es la Mansión Kopp, una casona de 1923 que resistió el Bogotazo y ahora se transforma en vitrina para una organización muchas veces tildada de "extraña". El objetivo es claro: mostrar que la masonería no es una secta ni un enclave cerrado, sino un espacio con principios filosóficos y políticos que han influido en la historia del país.

De lo secreto a lo visible

Desde el 20 de junio de 2025, el museo está abierto con apoyo del Programa de Fortalecimiento de Museos del Museo Nacional. La exposición rompe con el formato anterior, que consistía en vitrinas improvisadas y piezas sin contexto. Ahora, la curaduría profesional permite una lectura histórica del movimiento masónico, sus valores y su impacto.

A través de un recorrido cuidadosamente diseñado, los visitantes pueden observar reliquias como la máscara mortuoria de Rafael Uribe Uribe o la máquina de escribir de José María Vargas Vila, con una simbólica tecla piramidal. Estos objetos se integran en un relato que busca romper el aura de misterio y mostrar la conexión directa con figuras relevantes del pasado nacional.

Arquitectura y simbolismo

La Mansión Kopp no es solo un continente, sino parte del contenido. Sobrevive como una joya arquitectónica y ahora alberga vitrales, pisos ajedrezados, espadas y cuadros que remiten al universo simbólico masónico. Cada elemento tiene su razón de ser: la escuadra, el compás, el "Gran Arquitecto del Universo".

Una de las piezas más notables es una pintura de William Blake que representa esa divinidad abstracta. Su presencia en el museo refuerza la voluntad de los masones de entablar un diálogo con el público sobre sus creencias y prácticas sin proselitismo ni dogmas, solo desde la explicación simbólica y filosófica.

Narrativas restauradas

El museo permite visibilizar la influencia de destacados masones colombianos como Simón Bolívar, José Hilario López, Tomás Cipriano de Mosquera o el propio Vargas Vila. No es casual que muchas de sus luchas hayan estado ligadas a principios masónicos: abolición de la esclavitud, educación pública, derechos laborales.

Al recuperar sus objetos y documentos, el museo también reivindica narrativas que habían quedado al margen de la historia oficial. En ese gesto hay una intención clara: restituir la memoria de una organización que ha aportado a la construcción del Estado colombiano, aunque con frecuencia se le haya negado ese reconocimiento.

Colaboración compleja pero fructífera

El trabajo conjunto entre los masones y los museólogos fue una tarea titánica. No solo se restauraron piezas, sino que también hubo que construir una narrativa coherente. La exposición tuvo que respetar el carácter discreto de la orden sin renunciar a la claridad divulgativa.

A pesar de ello, algunos límites persisten. Muchas logias masónicas en otras partes del país conservan objetos valiosos que no han sido cedidos al museo. Esta situación limita el alcance de la exposición, pero también muestra la diversidad interna de la masonería colombiana.

Los retos del hermetismo

Aunque la exposición apuesta por la apertura, el hermetismo sigue siendo una barrera. Actualmente se estima que hay unos 3.000 masones en Colombia, de los cuales solo 900 pertenecen a la Gran Logia. Muchos otros operan en logias independientes, con patrimonios aún inaccesibles.

Durante el montaje, los curadores se encontraron con documentos sin restaurar, piezas sin procedencia clara y una fragmentación institucional que dificulta construir una narrativa unificada. Sin embargo, estos vacíos también reflejan una historia que, por primera vez, está siendo contada con transparencia.

Una curiosa apertura 

El Museo Masónico Colombiano es una iniciativa necesaria y oportuna. En un país donde la desconfianza hacia lo desconocido es frecuente, abrir las puertas de una institución históricamente reservada permite reconfigurar imaginarios sociales y aportar a la educación ciudadana desde el legado simbólico y material.

Aunque los desafíos son muchos —desde la fragmentación patrimonial hasta la persistencia del secreto—, el gesto de abrirse al público es un primer paso firme. Si se logra involucrar a más logias y se impulsa la digitalización del acervo, este museo podría convertirse en una pieza clave del relato histórico colombiano del siglo XXI.