
El dólar estadounidense rompió un nuevo techo en la isla: el 7 de julio se vendió a 385 CUP en grupos de compraventa, el valor más alto registrado. El número refleja la creciente desconfianza en el peso cubano y confirma que la calle marca el termómetro real de la economía. Cada salto del billete verde dispara las expectativas de nuevas alzas y sostiene precios ya inflados.
El repunte llega mientras el Gobierno mantiene una paridad oficial de 24 CUP y un tipo minorista de 120 CUP con cupos mínimos. La brecha de más de 1 500 % deja sin referencia a la contabilidad estatal, encarece importaciones privadas y socava la lucha contra la inflación. Con los salarios equivalentes a 15 USD y la canasta alimentaria subiendo 40 % al año, el peso afronta su mayor prueba en décadas.
El ascenso fue lento pero constante. A inicios de junio el dólar rondaba 370 CUP y ganó casi un peso diario hasta alcanzar los 385 CUP el 7 de julio. Economistas lo atribuyen a tres motores: un turismo que trae menos divisas, compras adelantadas de empresarios que temen devaluación y la migración de ahorros hacia moneda dura ante cada rumor.
Si se toma una mirada más larga, el peso perdió cerca de 67 % de su valor desde enero de 2024 y casi cuadruplicó su depreciación respecto a 2022. Para muchos hogares, el hito no reside en la cifra nominal sino en la velocidad: hace apenas tres años se consideraba escandaloso pagar 100 CUP por un dólar. Hoy, ese precio luce remoto y la barrera psicológica son los 400 CUP, nivel que, según proyecciones de El Toque, podría alcanzarse antes de que finalice julio.
La brecha monumental entre el mercado formal y el informal se alimenta de una política cambiaria anclada en la ‘Tarea Ordenamiento’ de 2021. Mientras el Banco Central pregona estabilidad, la realidad es que apenas vende divisas a la población y al sector privado, creando un cuello de botella que desborda hacia las calles. Cada dólar que no se oferta oficialmente se multiplica en Telegram y en la rumorología, con márgenes que premian a los revendedores y castigan a quienes dependen de importaciones menores.
El ministro de Economía prometió en abril la creación de un “nuevo mercado cambiario” de flotación limitada, pero reconoció riesgos y postergó su lanzamiento sin fecha. La demora alimenta la expectativa de una devaluación brusca: empresarios adelantan compras y los consumidores corren a cambiar pesos por cualquier moneda dura. El resultado es un círculo vicioso donde la expectativa de devaluación refuerza la devaluación misma.
Más allá de los indicadores, la devaluación golpea el día a día. Una familia que depende de salarios estatales debe destinar casi todo su ingreso mensual a básicos, pues un litro de aceite supera los 1 000 CUP y una caja de pollo importado roza los 5 000 CUP. El 70 % de los encuestados por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos afirma que reduce sus comidas al menos una vez por semana, correlato directo de la pérdida de poder adquisitivo.
Las remesas, principal salvavidas, tampoco escapan a la tensión: envíos a través de Zelle o criptomonedas se cambian de inmediato, amplificando la presión sobre el tipo de cambio. A la vez, las tiendas en Moneda Libremente Convertible (MLC) segmentan el consumo: quien recibe USD compra directamente; quien no, acude al mercado negro pagando un sobreprecio. La dualidad, antes simbólica, se transformó en fractura social tangible.
Frente a la escalada, La Habana respondió con acusaciones de “manipulación mediática” contra plataformas como El Toque que monitorean precios, pero no ofreció cifras alternativas. Tampoco explicó cómo compensará a las empresas estatales cuyos costos se calculan a 24 CUP mientras adquieren insumos al múltiplo que impone la calle, una distorsión que mina la contabilidad y favorece el desabastecimiento.
El Ejecutivo endureció el control aduanero para limitar importaciones de viajeros, alegando “equidad distributiva”. Sin embargo, economistas advierten que la medida traslada más demanda al mercado informal y encarece los alimentos. La reforma esperada -la entrada del nuevo mercado cambiario- sigue difusa, con probabilidad menor al 30 % de activarse antes de diciembre.
Los próximos meses serán decisivos. El escenario base (probabilidad 55 %) proyecta al dólar entre 380 y 395 CUP hasta octubre si no hay shocks externos. Un panorama pesimista (30 %), marcado por déficits fiscales y retrasos regulatorios, lo empujaría por encima de 430 CUP y anclaría la inflación sobre el 50 %. Sólo un paquete creíble de unificación cambiaria y alivio de sanciones -escenario optimista del 15 %- permitiría un retroceso al rango de 360 – 370 CUP.
El tiempo opera contra el peso. Cada día de indefinición agranda la brecha, intensifica la dolarización de facto y encarece la futura corrección. La Habana todavía dispone de herramientas para ordenar el mercado, pero la ventana para un ajuste gradual se angosta. Si la política se demora, será el propio mercado quien fije la paridad, probablemente a un costo social más alto.