
Las 50 empresas más grandes de Colombia concentraron en 2024 el 53% de las utilidades nacionales, con una marcada dominancia de sectores extractivos como el petróleo, el gas y la energía. La información proviene de un informe reciente de la Superintendencia de Sociedades, que refleja cómo el modelo económico del país sigue estructurado sobre recursos no renovables.
Ecopetrol, Reficar, Promigas y EPM encabezan la lista de empresas con mayores ganancias, mientras que el resto del top 10 lo completan conglomerados tradicionales como Grupo Sura, Grupo Argos y Bavaria. Este dominio revela no solo la permanencia de un patrón extractivista, sino también una concentración geográfica en zonas como Bogotá, Antioquia y la Costa Caribe, lo que agrava las brechas regionales.
Aunque Ecopetrol registró una caída del 21,7% en su utilidad neta en 2024, pasando de 19,1 billones a 14,9 billones de pesos, sigue siendo la compañía más poderosa del país. Las ganancias del sector se mantienen altas gracias a los precios internacionales del crudo y a nuevos descubrimientos como el campo Guamal.
A pesar de esa caída, el sector energético e hidrocarburífero representa una porción mayoritaria de los ingresos corporativos colombianos. El 52% de las exportaciones del país en 2024 provinieron del petróleo, confirmando su papel central en la economía nacional y el rezago en diversificación productiva.
Uno de los hallazgos más importantes fue el anuncio de Ecopetrol sobre el campo Guamal, ubicado en el Meta, con reservas estimadas en 2.145 millones de barriles. Se prevé una inversión de USD 2.100 millones hasta 2028 y una producción de hasta 60.000 barriles diarios.
Además, la empresa declaró la viabilidad del campo Lorito, con una recuperación estimada de 250 millones de barriles. Estos movimientos reafirman el interés estratégico del gobierno y de Ecopetrol por prolongar la dependencia del crudo, mientras se debaten las formas de transición energética.
Pese a los nuevos hallazgos, el presidente Gustavo Petro ha insistido en revisar la orientación de Ecopetrol, especialmente su participación en proyectos de fracking en Estados Unidos. Ha pedido vender esas operaciones y redirigir recursos hacia energías renovables.
Esta tensión entre la rentabilidad inmediata y la transición de largo plazo genera incertidumbre. La salida del fracking estadounidense podría representar una pérdida de ingresos en el corto plazo, pero también se alinea con los compromisos climáticos del gobierno.
El informe también señala una preocupante concentración geográfica y oligopólica. Las principales compañías tienen sedes o base operativa en Bogotá, Medellín y la región Caribe, mientras que zonas como el Pacífico, los Llanos y el Eje Cafetero quedan rezagadas.
Expertos alertan que esta concentración impide un desarrollo equitativo y refuerza desigualdades históricas. A ello se suma la falta de innovación y de nuevas industrias: ninguna empresa de tecnología ni energías limpias figura entre las 50 más grandes.
Citi y otros analistas han advertido que Colombia podría enfrentar un desabastecimiento de gas natural a partir de 2025, dado el agotamiento progresivo de reservas y la falta de nuevos contratos de exploración.
Con una población envejecida, brechas de educación técnica y poca inversión en innovación, el modelo extractivo enfrenta un horizonte crítico. La falta de mano de obra joven calificada también complica la posibilidad de un giro hacia la industrialización.
Colombia sigue atada a un modelo que premia la extracción por sobre la diversificación. Mientras Ecopetrol y otros gigantes energéticos concentran la riqueza, el resto del aparato productivo carece del impulso necesario para innovar y distribuir mejor las oportunidades.
Si bien los hallazgos como Guamal aportan ingresos importantes, también postergan la discusión crítica sobre una verdadera transición energética. El país enfrenta un dilema: seguir apostando al crudo o asumir el costo político y económico de cambiar de rumbo.