10/07/2025 - Edición Nº884

Política

Opinión

¿Unidad bonaerense real o armado para la foto?

10/07/2025 | En el momento de menor participación electoral desde el retorno de la democracia argentina, los partidos políticos profundizan sus arreglos internos. Pactan, reparten, firman. Pero la pregunta es inevitable: ¿son esos arreglos reales?



Los interrogantes se suman. ¿Responden a un reordenamiento genuino de fuerzas o son apenas movimientos defensivos de aparatos que ya no representan a nadie? Si no hay convicción ni proyecto, ¿estos acuerdos revierten la crisis de representación o la agravan?

Se cerró el plazo de inscripción de alianzas ante la Junta Electoral de la provincia de Buenos Aires y quedaron oficializados los frentes que competirán en septiembre. Hubo nueve inscripciones, pero tres fueron las que estructuraron el tablero: la alianza peronista bajo el nombre Fuerza Patria, la oficialización de Alianza La Libertad Avanza (que consolida el acuerdo entre el mileísmo y el PRO bonaerense) y la aparición de una tercera vía encabezada por sectores del radicalismo, el socialismo y el peronismo no alineado, bajo el sello Somos Buenos Aires.

En el caso del peronismo, la firma de Fuerza Patria reunió a Axel Kicillof, Sergio Massa y Máximo Kirchner en una mesa común, acompañados por los partidos del Frente Renovador, La Cámpora, el Movimiento Evita, y también por Principios y Valores, la fuerza de Guillermo Moreno. La inclusión de Moreno no representa tanto una apertura ideológica como una jugada quirúrgica: su ingreso al frente puede leerse como una neutralización preventiva. Evitar que su discurso opere por fuera y erosione desde un peronismo ortodoxo lo que el kirchnerismo busca presentar como unidad. Pero esa unidad es de superficie: la alianza entre Kicillof, Massa y Máximo no está ordenada ni por una conducción clara ni por una doctrina común. La relación entre ellos es más de equilibrio mutuo que de confianza recíproca. Si se sostienen juntos es por miedo a romper, no por decisión política compartida.

En paralelo, Alianza La Libertad Avanza selló la fusión del mileísmo con el PRO provincial. El nombre mismo del frente exhibe la asimetría: es La Libertad Avanza la que lidera, define, absorbe. El PRO se suma, pero no se impone. Se acomoda. Se disuelve. Lo que hace apenas un par de años era la principal fuerza de oposición del país, hoy acepta una candidatura ajena, una estética ajena y una lógica ajena. Si esto no es una subordinación, ¿qué es? Si esto no es el primer paso hacia su desaparición como fuerza política autónoma, ¿qué vendrá después?

En este escenario aparece una tercera propuesta: Somos Buenos Aires, una coalición que agrupa a radicales no alineados, socialdemócratas y peronistas disidentes. Aspiran a instalarse como una opción de centro racional, frente a la polarización entre kirchnerismo y mileísmo. El gesto es audaz, pero también frágil. No tienen estructura, ni financiamiento, ni un liderazgo claro. Buscan representar a un electorado cansado, pero para eso se necesita algo más que buenas intenciones: hace falta organización política. Por ahora, la tercera vía sigue siendo más una aspiración que una alternativa.

El cierre de alianzas dibuja un mapa complejo: el peronismo se contiene a sí mismo para no romperse, el PRO se entrega al gobierno nacional para no desaparecer, y un nuevo centro intenta nacer sin herramientas. Pero en todos los casos, el problema es el mismo: la representación política no mejora con pactos entre cúpulas. Lo que está en crisis no es solo la forma en que se ordenan los frentes, sino la relación entre esos frentes y la sociedad. Se firma, se acuerda, se inscribe. Pero mientras tanto, el ausentismo electoral bate récords y la política se sigue hablando a sí misma.

¿Es posible que estos armados devuelvan legitimidad al sistema? ¿O estamos simplemente asistiendo al reordenamiento de los fragmentos de una clase política que perdió conexión con su base? La política puede reorganizarse muchas veces. Lo difícil es volver a representar.