
La relación entre Estados Unidos y Brasil se tensó al máximo luego de que Donald Trump impusiera un arancel del 50% a todas las importaciones brasileñas, en una medida que el mandatario justificó como una defensa de la libertad de expresión y una respuesta a lo que considera una “cacería de brujas” contra su aliado Jair Bolsonaro. El líder republicano vincula directamente la decisión comercial con el juicio por intento de golpe de Estado que enfrenta el exmandatario brasileño, calificándolo de persecución política.
La drástica decisión de Trump no tiene justificación en desequilibrios económicos: Estados Unidos mantiene desde hace años un superávit comercial con Brasil, lo que sugiere que los aranceles no obedecen a razones comerciales, sino a fines políticos. Para la administración de Luiz Inácio Lula da Silva, el castigo aduanero constituye una injerencia grave en los asuntos internos del país, en un contexto judicial que ha respetado el debido proceso y las garantías institucionales.
El juicio contra Bolsonaro, actualmente en fase avanzada, lo acusa de cinco delitos graves, incluyendo intento de abolición del Estado de derecho, golpe de Estado y pertenencia a una organización criminal armada. Las investigaciones apuntan a que el exmandatario coordinó un plan junto con sectores de las Fuerzas Armadas para desconocer el resultado electoral de 2022 y perpetuarse en el poder.
Entre las pruebas más contundentes se encuentran documentos hallados en dispositivos incautados, así como grabaciones y confesiones de militares que detallan los preparativos de un posible decreto de estado de sitio. Incluso se mencionaron planes para atentar contra figuras clave del gobierno actual, como el presidente Lula, el vicepresidente Geraldo Alckmin y el juez Alexandre de Moraes, quien lidera la causa.
Desde el banquillo, Bolsonaro se ha declarado inocente, argumentando que las conversaciones con mandos militares no implicaban intenciones golpistas, sino “debates institucionales”. Sin embargo, su defensa ha sido considerada poco convincente ante la magnitud de los hallazgos. De momento, enfrenta una posible pena de hasta 43 años de prisión, además de estar inhabilitado políticamente hasta 2030 por fallo previo del Tribunal Superior Electoral.
En este contexto, Trump ha reactivado la narrativa de persecución que también ha usado para defenderse en sus propias causas judiciales. Para el expresidente estadounidense, el juicio a Bolsonaro es un espejo de las causas en su contra, y la imposición de aranceles sería, según sus palabras, una forma de proteger la libertad política frente a “dictaduras judiciales disfrazadas de democracia”.
La decisión comercial afecta con dureza a sectores clave de la economía brasileña, en particular el agroindustrial, el metalúrgico y el automotor, principales exportadores a Estados Unidos. El impacto no tardó en reflejarse: el real cayó un 2,7% frente al dólar y la Bolsa de São Paulo bajó un 1,3%, ante la incertidumbre generada por el nuevo escenario geopolítico.
Lula respondió con firmeza y convocó una reunión de emergencia con su gabinete económico y de relaciones exteriores. Desde el Palacio de Planalto, afirmó que “Brasil no aceptará ser tutelado ni chantajeado por ninguna nación” y anticipó posibles medidas de reciprocidad conforme al derecho internacional. Aunque evitó mencionar directamente a Trump, dejó claro que responderá “con dignidad y soberanía”.
En círculos diplomáticos y económicos se interpreta la movida como un precedente riesgoso para el sistema multilateral de comercio. El uso de medidas arancelarias con motivaciones políticas socava los marcos de resolución de conflictos establecidos por la Organización Mundial del Comercio (OMC) y abre la puerta a represalias sin fundamentos técnicos.
Además, analistas advierten que Trump busca consolidar alianzas ideológicas a través del poder económico, en una estrategia que recuerda la doctrina de “castigo selectivo”. En este caso, Bolsonaro no es solo un aliado regional, sino un símbolo de la agenda trumpista en América Latina. La protección no es altruista: es una reafirmación de su visión de mundo.
🇧🇷🇺🇸 | AHORA: Los precios del café se disparan en Estados Unidos después de que Trump impusiera un arancel del 50 % a Brasil, el mayor productor de café del mundo. pic.twitter.com/bx1O8Ia4hM
— Alerta News 24 (@AlertaNews24) July 11, 2025
El enfrentamiento entre Trump y el gobierno de Lula da Silva evidencia cómo los procesos judiciales internos pueden ser utilizados como herramientas en la arena internacional. La Justicia brasileña se encuentra en una encrucijada: sostener su independencia sin provocar una crisis comercial de mayor escala. El Ejecutivo, por su parte, deberá calibrar sus respuestas sin comprometer la estabilidad económica.
Lo que está en juego va más allá del destino de Bolsonaro: se trata del principio de no injerencia y del uso político del comercio exterior. Trump ha cruzado una línea que tensiona no solo la relación bilateral, sino el equilibrio normativo de las relaciones internacionales. Brasil, por ahora, resiste sin ceder soberanía.