
«Más del 90% de los diamantes del mundo provienen del suelo africano». Esta frase, repetida en redes sociales y documentales sobre recursos naturales, sigue teniendo un poderoso efecto simbólico. Sin embargo, la evidencia actual la contradice.
En 2023, la producción mundial de diamantes fue de aproximadamente 111,5 millones de quilates, según datos de portales especializados como Natural Diamonds y Statista. Si bien varios países africanos siguen figurando entre los principales productores, el peso global del continente ha disminuido respecto a lo que fue a lo largo del siglo XX.
Los datos más recientes revelan que Rusia lidera el ranking global, con más de 37 millones de quilates, lo que representa alrededor del 33% de la producción mundial. En segundo lugar aparece Botsuana, con 25 millones, seguida por Canadá (16 millones), Angola (9,8 millones), y la República Democrática del Congo (8,3 millones).
También se destacan Sudáfrica y Zimbabue, aunque con cifras menores. Si se suman los principales países africanos, se obtiene un total de entre 53% y 59% del total mundial. Es decir, África sigue siendo una región clave en la cadena de suministro de diamantes, pero ya no monopoliza el mercado global como en décadas pasadas.
Esta transformación responde a varios factores: la aparición de nuevos yacimientos en Siberia, Canadá y Australia; el avance tecnológico en extracción minera; y los movimientos internacionales por transparentar la procedencia de los diamantes (como el Proceso de Kimberley).
La diversidad de productores ha descentralizado el poder geológico y comercial. El monopolio histórico africano ha dado paso a un escenario donde múltiples actores disputan cuotas de influencia y volumen.
Paradójicamente, la narrativa del 90% muchas veces se sigue utilizando en discursos sobre injusticia económica, ya que el continente africano, pese a su riqueza mineral, enfrenta profundas desigualdades, pobreza estructural y conflictos armados vinculados a la explotación de recursos.
Esta realidad histórica no debe eclipsar los cambios geopolíticos en la producción mundial. La narrativa sirve para denunciar desequilibrios, pero no siempre refleja los datos concretos de la actualidad minera.
Reducir el debate a porcentajes desactualizados impide comprender la complejidad de la economía extractiva global. África ha sido, y sigue siendo, central en el comercio de diamantes, pero afirmar que es la fuente de más del 90% es hoy inexacto.
La distribución del poder minero se ha diversificado y con ella, los actores que moldean el mercado. Entender esa nueva cartografía es clave para analizar los próximos años del comercio global de piedras preciosas.