
A un mes del atentado que conmocionó al escenario político colombiano, el senador Miguel Uribe Turbay muestra señales concretas de mejoría. Según el último parte médico de la Clínica Santa Fe de Bogotá, el legislador se encuentra estable en la unidad de cuidados intensivos, con una respuesta clínica positiva y bajo un protocolo activo de neurorehabilitación. Esta evolución marca un giro en un proceso inicialmente crítico, donde su pronóstico era reservado y se temía por su vida.
El ataque, ocurrido el 7 de junio durante un acto político en el parque El Golfito, en la localidad de Fontibón, dejó a Uribe gravemente herido con dos impactos de bala en la cabeza y uno en la pierna. Desde entonces, el país ha seguido su evolución con atención, mientras el caso despertó alertas sobre la creciente violencia política en un año especialmente sensible para Colombia.
Los médicos tratantes informaron que, pese a que Uribe continúa en estado de sedación y con soporte respiratorio, su sistema neurológico ha comenzado a responder de forma progresiva. Las imágenes diagnósticas más recientes, incluidas resonancias magnéticas y tomografías, han permitido iniciar una estrategia de rehabilitación específica para las zonas cerebrales afectadas por los proyectiles.
María Claudia Tarazona, esposa del senador, relató que tras la primera intervención quirúrgica algunos médicos hablaron de muerte cerebral. Sin embargo, una segunda cirugía cambió por completo el panorama: “Parecía otro cerebro”, le dijo el neurocirujano, lo que reavivó las esperanzas de recuperación integral.
La investigación, liderada por la Fiscalía General y apoyada por inteligencia militar, ha permitido la captura de al menos cuatro personas adultas, entre ellos Elder José Arteaga Hernández, alias “El Costeño”, señalado como coordinador logístico del ataque. Además, un menor de 15 años fue quien ejecutó los disparos, según fuentes oficiales.
A pesar de estos avances, las autoridades aún no han identificado con claridad a los autores intelectuales. Se manejan varias hipótesis: desde un ataque dirigido por razones personales contra Uribe hasta un intento de generar caos en el proceso político nacional. El Gobierno ofreció 300 millones de pesos como recompensa por información que permita avanzar en la investigación.
El atentado contra Miguel Uribe no es un caso aislado. Entre enero y mayo de este año, se han registrado 134 agresiones contra líderes políticos y sociales, una cifra que no se veía desde hace siete años. Las elecciones presidenciales previstas para 2026 ya comienzan a mostrar un clima enrarecido por el miedo y la tensión.
La reacción del Gobierno ha sido reforzar los esquemas de seguridad de al menos 14 precandidatos presidenciales, luego de detectar patrones de amenazas y posibles conspiraciones. Incluso la periodista Vicky Dávila fue advertida por el general Triana sobre un posible atentado, lo que refleja el nivel de alerta institucional.
La figura de Miguel Uribe, senador por el partido Centro Democrático y posible precandidato presidencial, es considerada clave en el tablero político. Su atentado no solo buscaba silenciar una voz opositora, sino que representa, según analistas, un mensaje a toda la clase política. Para muchos, se trata de un intento deliberado de generar miedo en los espacios democráticos.
Su hermana, María Carolina Hoyos Turbay, expresó públicamente que solo espera un milagro: “Que Miguel salga caminando del hospital con sus hijos”. Esta frase se convirtió en una consigna entre sus seguidores, que han hecho vigilia permanente en las afueras de la clínica, en un gesto que combina fe, política y dolor colectivo.
Esta semana es crucial en la recuperación del Senador Miguel Uribe. Será sacado del coma inducido.
— Decko. (@Frankzm) July 14, 2025
Toda la fuerza a él y su familia en este nuevo episodio de su vida.
Amén. pic.twitter.com/BvxrYFn0Si
La recuperación de Miguel Uribe marca un hito esperanzador en medio del clima enrarecido que vive la política colombiana. Aunque el camino médico aún es largo, su evolución permite pensar en un posible regreso a la vida pública, un hecho que podría tener consecuencias importantes para su partido y para el panorama electoral.
Por otro lado, el caso pone en evidencia los vacíos de seguridad y de inteligencia que siguen afectando a Colombia. El atentado, lejos de ser un hecho aislado, debe entenderse como un síntoma de una violencia estructural que aún no ha sido contenida. La respuesta del Estado será clave para evitar una normalización de este tipo de actos.