17/07/2025 - Edición Nº891

Internacionales

Debate político

España: el desafío de Vox que sacude al consenso político

16/07/2025 | El intento de ilegalizar al partido liderado por Abascal revela el temor de las élites a una fuerza que crece fuera de los moldes tradicionales.



La propuesta de ilegalizar a Vox, impulsada por sectores de la izquierda española, no es solo una jugada polémica, sino una señal del momento crítico que vive la democracia en el país. Cuando una fuerza política que crece en las encuestas es amenazada con la exclusión institucional, lo que está en juego no es sólo la convivencia, sino también la libertad de expresión y representación.

Vox ha logrado conectar con amplios sectores de la ciudadanía que se sienten abandonados por el bipartidismo y por una clase política que, desde hace años, gira sobre sí misma. En regiones golpeadas por el desempleo, la inseguridad o la crisis migratoria, el discurso de Vox no aparece como "xenófobo" sino como realista. La vinculación entre migración descontrolada y delincuencia no es una construcción ideológica, sino una preocupación cotidiana de miles de ciudadanos.

Frontalidad como estrategia

Mientras otros partidos eluden ciertos temas por corrección política, Vox ha optado por decir lo que muchos piensan y pocos se atreven a verbalizar. Esta frontalidad ha generado adhesión pero también rechazo, en especial de una izquierda que parece más ocupada en vigilar el lenguaje que en atender los problemas reales.

La amenaza de ilegalización es un salto cualitativo. Se invoca la Ley de Partidos con argumentos que, más que jurídicos, parecen emocionales: acusaciones de "discurso de odio" sin pruebas fehacientes, y una campaña mediática basada en casos extremos y hechos aislados. La pregunta es evidente: ¿puede una democracia tolerar que se excluya a un actor político legal, votado por millones, solo por incomodar al consenso dominante?

El valor de la disidencia

Vox no ha llamado a la violencia ni ha promovido el quiebre institucional. Por el contrario, defiende una visión alternativa del Estado de derecho, centrada en la seguridad, la soberanía y la nación como comunidad histórica. Que estas ideas resulten incómodas para algunos no las convierte en ilegales.

En realidad, el intento de cercar a Vox evidencia una contradicción progresista: se reclama diversidad y pluralismo, pero solo si están dentro de ciertos parámetros ideológicos. Todo lo demás es tachado de "fascismo" o "odio". Esta estrategia no solo polariza aún más el debate público, sino que amenaza con excluir del sistema a sectores cada vez más amplios del electorado.

Democracia sin atajos

Si Vox es un problema, la solución no es ilegalizarlo, sino enfrentarlo democráticamente. Con argumentos, propuestas y respeto a las reglas. De lo contrario, se convierte en un partido perseguido, y eso, históricamente, suele fortalecer a quien encarna la disidencia.

El pluralismo se pone a prueba cuando se tolera la diferencia, no cuando se aplaude el consenso. Si ">España quiere seguir siendo una democracia madura, debe aceptar que el disenso también tiene un lugar en el tablero. Vox puede incomodar, pero silenciarlo no hará desaparecer a quienes lo votan.