18/07/2025 - Edición Nº892

Internacionales

Blanco inaceptable

La Cancillería y su tibieza tras el ataque a la iglesia en Gaza

17/07/2025 | Mientras el padre argentino Gabriel Romanelli resulta herido y fieles mueren en un templo bombardeado, la Cancillería evita condenar con firmeza.



Un proyectil impactó en la Iglesia de la Sagrada Familia en Gaza, dejando un saldo trágico: tres civiles muertos, varios heridos y daños severos en el único templo católico de la Franja. Entre los heridos se encuentra el sacerdote argentino Gabriel Romanelli, figura pastoral de renombre internacional y referente de paz para la castigada comunidad cristiana local.

El hecho ha generado conmoción en el Vaticano y desencadenado una ola de condenas en Europa. Se trata de un golpe directo a un lugar de culto que, además de su significado espiritual, funcionaba como refugio para cientos de desplazados.

Una diplomacia que no responde

La respuesta del gobierno argentino fue un escueto comunicado que evitó condenar de forma directa el accionar israelí, limitándose a expresar "preocupación" y a declarar contacto con las autoridades religiosas. El mensaje fue percibido como insuficiente ante la gravedad del ataque.

Este tono contrasta con la realidad: un lugar de culto fue atacado, en un hecho que viola flagrantemente el derecho internacional humanitario y expone la fragilidad de las minorías religiosas en zonas de guerra. El silencio oficial fue, para muchos, un acto de complicidad.


Iglesia destruida tras ataque. 

La voz firme de Victoria Villarruel

En contraposición, la vicepresidenta Victoria Villarruel se pronunció con claridad: expresó su apoyo al padre Romanelli, denunció la agresión como "un atentado contra la libertad religiosa" y reclamó acción diplomática contundente.

Su postura, que recoge el sentir de amplios sectores católicos y defensores de los derechos humanos, dejó en evidencia la parálisis moral y política de la Cancillería frente a un crimen que no admite ambigüedades.

Una iglesia como refugio y símbolo

La Iglesia de la Sagrada Familia se había convertido en refugio para cientos de civiles, entre ellos niños, ancianos y personas de distintas confesiones. Su destrucción afecta no solo a la comunidad católica, sino al tejido humanitario de Gaza.

El sacerdote argentino, herido mientras asistía a fieles, había sido reconocido por el propio Papa Francisco por su entrega. Durante la guerra, el pontífice lo llamaba cada noche para transmitirle su apoyo. Hoy, esa iglesia ha quedado marcada por el fuego y por el dolor.

Reclamando justicia internacional

Desde el Patriarcado Latino de Jerusalén y organizaciones humanitarias internacionales se ha exigido una investigación independiente. La comunidad internacional advierte sobre los riesgos crecientes para los cristianos en la Franja, cada vez más expuestos y con menos protección.

Mientras tanto, en la Argentina oficial, la tibieza reina. Ni condena, ni repudio, ni acciones concretas para proteger a un compatriota ni a su comunidad. En un escenario donde la palabra importa, el silencio puede ser tan lesivo como el proyectil que destruyó un altar.

Una situación inaceptable 

El ataque a la iglesia católica en Gaza no es un daño colateral: es un ataque directo contra un símbolo de fe y humanidad. Y ante eso, guardar silencio o relativizar es complicidad.

La Argentina tiene la obligación moral y política de exigir responsabilidades, de defender a su sacerdote herido y de honrar su tradición de defensa de la libertad religiosa. Lo contrario es rendirse al cínico pragmatismo diplomático.