
El presidente Gustavo Petro viajó a Haití este viernes para inaugurar oficialmente la nueva embajada de Colombia en Puerto Príncipe, en un acto que buscó reforzar la presencia diplomática de Bogotá en el país caribeño. El gesto fue presentado como una muestra de solidaridad latinoamericana, en medio del colapso institucional haitiano. Sin embargo, la visita duró solo unas horas, no incluyó rueda de prensa, ni hubo explicaciones públicas sobre los cambios de agenda de último momento.
Mientras Haití enfrenta una crisis sin precedentes -con 90 % de su capital bajo control de bandas armadas y más de 1,3 millones de desplazados-, el mandatario colombiano optó por una aparición simbólica sin profundidad institucional. No se explicaron las razones de la reducción del viaje, lo que levantó interrogantes sobre el verdadero objetivo del gesto diplomático.
Lo más llamativo fue el silencio absoluto de Petro sobre los 17 exmilitares colombianos detenidos por su presunta participación en el asesinato del expresidente haitiano Jovenel Moïse en 2021. A pesar de que el caso ha sido uno de los puntos más tensos entre ambos países, el mandatario evitó cualquier alusión, incluso cuando manifestantes protestaban frente a la nueva sede diplomática exigiendo justicia.
El gobierno colombiano no ha dado seguimiento público contundente al proceso judicial, ni ha ofrecido garantías diplomáticas claras para los acusados ni para las víctimas. La apertura de la embajada, en este contexto, parece más una estrategia de imagen internacional que un compromiso real con la justicia o la seguridad en Haití.
Según el comunicado oficial, la embajada servirá como canal de cooperación en temas de seguridad, comercio, educación, agricultura y lucha contra el narcotráfico. También se informó que oficiales haitianos han visitado Colombia para evaluar capacidades y recibir entrenamiento. No obstante, no se detallaron planes operativos concretos, ni se anunciaron acuerdos bilaterales formales.
Las imágenes mostraron a Petro saludando a funcionarios y reiterando su retórica de unidad latinoamericana. “Llegó el momento de unirnos de verdad”, dijo el presidente, haciendo un llamado abstracto a las naciones “progresistas” del continente. El gesto, sin embargo, fue opacado por la falta de profundidad y transparencia en los objetivos del viaje.
La apertura de la embajada se dio en un clima de tensión regional y sin presencia visible de autoridades haitianas de alto nivel. Petro evitó pronunciarse sobre temas claves como la gobernabilidad en Haití, la intervención internacional o la protección de derechos humanos. La visita, entonces, parece responder más a una necesidad simbólica que a una política exterior estructurada.
En vez de liderar un proceso diplomático sostenido con Haití, el presidente privilegió un acto relámpago que alimenta su narrativa ideológica, pero deja de lado las realidades complejas del terreno. En momentos en que se necesita claridad, acuerdos duraderos y respaldo a las instituciones locales, el viaje de Petro dejó más preguntas que respuestas.
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— W Radio Colombia (@WRadioColombia) July 19, 2025
La presencia de Colombia en Haití podría ser valiosa, pero no si se construye sobre gestos vacíos y omisiones graves. El presidente Petro optó por una diplomacia simbólica, evitando enfrentar temas delicados como el proceso judicial de los exmilitares o los detalles operativos del apoyo colombiano. En lugar de sumar certidumbre, la visita pareció diseñada para el álbum político del mandatario, más que para fortalecer una relación bilateral efectiva y transparente.