
En las elecciones de ayer 20 de julio, la coalición gobernante liderada por el primer ministro Shigeru Ishiba perdió el control de la Cámara alta (Senado) al quedarse con 47 de los 50 escaños necesarios para mantener la mayoría. El revés se suma a la derrota de octubre pasado en la Cámara baja y marca el inicio de una etapa de mayor fragmentación parlamentaria.
El Partido Liberal Democrático (LDP) y su socio Komeito seguirán en el gobierno, pero necesitarán establecer acuerdos con fuerzas parlamentarias externas para avanzar en su agenda legislativa. El resultado no representa una ruptura institucional, pero sí un cambio en el equilibrio de poder dentro del sistema japonés.
La campaña estuvo marcada por el descontento ciudadano frente al aumento del costo de vida, especialmente en productos básicos como el arroz. La oposición aprovechó ese malestar para presentar propuestas enfocadas en políticas sociales y fiscales expansivas.
El partido emergente Sanseito, de corte nacionalista, obtuvo 14 escaños con un discurso antiinmigración y fuerte presencia en redes sociales, mientras que el Partido Constitucional Demócrata y el Demócrata para el Pueblo crecieron levemente, aunque sin alcanzar mayoría.
Shigeru Ishiba reconoció la “dureza del resultado” pero aseguró que continuará en el cargo. Señaló que su prioridad inmediata será la renegociación de aranceles con Estados Unidos, con una fecha límite clave el 1 de agosto. Esa continuidad busca evitar mayores incertidumbres en medio de un panorama económico global volátil.
Los mercados reaccionaron con relativa estabilidad. El yen se fortaleció ligeramente frente al dólar y los rendimientos de los bonos aumentaron. Para los inversores, el resultado implica más negociaciones internas, pero no un giro brusco en la política económica japonesa.
El nuevo mapa legislativo obliga al oficialismo a buscar consensos con partidos moderados, como el Partido Demócrata para el Pueblo, para poder aprobar presupuestos y reformas. Eso puede abrir espacio para una política más negociada y menos vertical.
Al mismo tiempo, el avance de partidos con agendas más polarizadas impone un desafío al debate público. El rol del LDP, pese a perder la mayoría, sigue siendo central para articular acuerdos en un Parlamento más fragmentado.
🇯🇵#Japon - La Coalición gobernante de Japón perdería la mayoría absoluta en las elecciones de la cámara alta
— DatoWorld (@DatosAme24) July 20, 2025
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El resultado electoral no representa una crisis, pero sí una transición hacia una etapa de mayor deliberación y compromiso interpartidario. El sistema político japonés mantiene su estabilidad, pero requerirá mayores dosis de diálogo para evitar bloqueos legislativos. Ishiba conserva el liderazgo formal, pero deberá adaptarse a una nueva lógica parlamentaria más distribuida.