
Bajo la consigna “las empresas se deberán reconvertir y las que no, cerrarán”, el gobierno de Javier Milei avanzó con una agresiva política de apertura comercial. Eliminó regulaciones y rebajó aranceles con el objetivo de facilitar el ingreso de bienes del exterior y presionar a la baja sobre los precios internos. Pero esta estrategia ya deja una marca profunda en el tejido industrial: cada vez más compañías abandonan la producción local para reconvertirse en importadoras.
Entre las principales medidas adoptadas se destacan:
• Supresión del SIRA: en enero de 2024 se eliminó el Sistema de Importaciones de la República Argentina, que exigía licencias no automáticas y permisos previos. Fue reemplazado por un régimen estadístico (SEDI) sin trabas administrativas.
• Reducción de aranceles: se bajaron los derechos de importación para sectores sensibles. Por ejemplo, la indumentaria pasó del 35% al 20%; los hilados, del 18% a entre 12% y 16%; y se eliminaron aranceles antidumping para productos electrónicos.
• Facilidades para el consumo externo: se triplicó el límite anual para compras al exterior (de USD 1.000 a USD 3.000 por paquete), y los primeros USD 400 quedaron exentos de aranceles.
• Autorización para importar bienes usados: se habilitó el ingreso de maquinaria agrícola usada, equipos médicos reacondicionados, autopartes y neumáticos ya utilizados.
Como resultado, las importaciones crecieron de forma exponencial. Según el INDEC, en junio de 2025 las compras al exterior crecieron un 40% interanual, totalizando USD 6.370 millones ese mes. Aunque el saldo comercial fue positivo en USD 906 millones, el superávit acumulado en 2025 suma apenas USD 2.788 millones, una caída del 74% frente al mismo período de 2024.
El detalle por rubros muestra aumentos significativos:
Reconversión y despidos
Frente a un escenario en el que producir localmente deja de ser rentable, muchas compañías optan por reestructurar sus operaciones y volverse importadoras. Algunas deciden cerrar sus plantas, otras mantienen una producción mínima y reemplazan parte de su oferta con productos traídos del exterior, algunos ejemplos de las ultimas semanas son:
El nuevo modelo económico propone una integración plena al comercio global, con la premisa de que no se debe producir localmente aquello en lo que Argentina no es naturalmente competitiva. Pero detrás de esa consigna, se esconde un profundo reordenamiento del aparato productivo que ya deja fábricas cerradas, empleos perdidos y un tejido industrial cada vez más delgado.
¿Es sustentable una economía que deja de fabricar para dedicarse a importar? ¿Cuánto puede resistir el empleo privado si el costo argentino compite directamente con los precios de Asia? La respuesta a esas preguntas, por ahora, queda del lado del mercado.