
Mientras Javier Milei grita contra la “casta” en cada acto, en los pasillos de La Plata un libertario de manual la representa mejor que nadie. Matías de Urraza, coordinador de La Libertad Avanza en la capital bonaerense, cobra 6,5 millones de pesos por mes como funcionario de la Legislatura, y no por mérito empresario: entró al Estado hace casi una década como parte del armado del Frente Renovador de Sergio Massa.
Desde entonces nunca soltó el cargo. Hoy es prosecretario de Participación Ciudadana de la Cámara de Diputados bonaerense, un título decorativo que le permite mantenerse con uno de los sueldos más altos del organigrama, en planta permanente y con todos los beneficios de eso que el mileísmo llama “Estado parasitario”.
🚨⚠️SEBASTIÁN PAREJA HIJO DE RE MIL PUTA.⚠️🚨
— Traductor 🥹💕💐 (@TraductorTeAma) July 23, 2025
¿Cómo vas a meter a Matías de Urraza?
Metiste a un radical kuka que es munipa de la Camara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires desde 2016 con sueldo de $6.000.000; entró con Massa. pic.twitter.com/xT7hG781lG
No es solo una contradicción: es el molde del nuevo oportunismo libertario. Porque De Urraza no solo vive del Estado que su jefe político promete dinamitar, sino que saltó de espacio en espacio: trabajó con el massismo, asesoró a la diputada kirchnerista María del Huerto Ratto, y ahora se recicla como paladín del ajuste y del mérito. De convicciones firmes, pero intercambiables.
En su propio espacio ya lo conocen. En 2024 protagonizó un papelón en un acto libertario donde fue increpado por militantes que lo acusaban de "acomodado" y "ñoqui". En mayo de 2025, denunció que le hackearon el celular, justo cuando empezaban a circular versiones sobre irregularidades internas y manejo discrecional de fondos en la estructura libertaria de Buenos Aires.
Mientras los técnicos de Fabricaciones Militares renuncian porque no llegan a fin de mes y los operarios de Petroquímica Río Tercero pierden sus empleos, De Urraza sigue cobrando como si manejara una multinacional. Lo insólito es que sueña con más, tal como escribió en su propio LinkedIn: su ambición es “llegar a altos cargos de gerenciamiento público”.
Su perfil es una radiografía del mileísmo: no del que votó con la bronca, sino del que la capitalizó desde adentro del sistema. Se presenta como distinto, pero su historia es la más vieja de la política argentina: gritar contra el Estado mientras se le chupa la sangre.
¿La novedad? Ahora lo hacen con la remera de Milei puesta y hablando de “libertad”.