24/07/2025 - Edición Nº898

Internacionales

Renuncias y papelones

Renuncia del vicecanciller Bustamante revela crisis y vacío de liderazgo en la Cancillería de Milei

23/07/2025 | La salida del vicecanciller Eduardo Bustamante vuelve a exponer el vacío de liderazgo, la improvisación constante y el desconcierto ideológico de una Cancillería que parecía ser un bastión del gobierno libertario.



Lo que alguna vez se presentó como uno de los puntos fuertes del gobierno de Javier Milei -su política exterior "clara", “occidentalista” y “alineada con los valores de la libertad”- se va deshaciendo como una máscara de cartón bajo la lluvia. La renuncia de Eduardo Bustamante, vicecanciller y figura clave en la gestión diplomática, no es apenas un cambio burocrático: es otro síntoma de una Cancillería desbordada, sin brújula ni liderazgo.

Bustamante era, en los papeles, el número dos del Ministerio de Relaciones Exteriores. Un hombre que debía asegurar la coherencia técnica y profesional del cuerpo diplomático, especialmente en medio de una crisis global. Su salida, sin explicaciones oficiales claras, ocurre tras una seguidilla de fracasos, silencios inexplicables, desmentidas cruzadas y contradicciones en cuestiones clave como China, Brasil, África, la guerra en Medio Oriente o el Mercosur.

De la "Cancillería de CEOs" al naufragio institucional

Gerardo Werthein, actual canciller, llegó como una figura de peso empresarial, sin experiencia diplomática, pero con la promesa de "profesionalizar" la política exterior. Sin embargo, su gestión se convirtió rápidamente en una caja de resonancia de los caprichos ideológicos del Presidente, de la improvisación técnica y de la interna entre funcionarios sin experiencia, influencers sin formación y embajadores de diseño.

La Cancillería se volvió un escenario de caos. Desde las designaciones de diplomáticos que nadie en el Palacio San Martín conoce hasta reuniones con dictaduras sin comunicados oficiales -como en Guinea Ecuatorial-, pasando por escándalos con China, desplantes a Lula da Silva o un alineamiento mecánico con Trump e Israel sin análisis estratégico.

Sin plan, sin cuadros, sin coherencia

Lo que comenzó como un discurso potente, con un Milei arengando en foros internacionales y rechazando "la hipocresía del multilateralismo", pronto quedó expuesto como una cascara vacía. No hay plan estratégico, no hay cuadros técnicos de peso, no hay claridad en las prioridades ni canales institucionales para sostener las relaciones bilaterales.

Los embajadores políticos operan por Whatsapp, la diplomacia profesional fue arrinconada y los países clave no saben con quién hablar. Mientras tanto, las agendas globales avanzan sin Argentina en la mesa: los BRICS, el Mercosur, las reformas en la ONU, el conflicto en Gaza o el orden internacional posterior al ataque de EE.UU. contra Irán.

El derrumbe de un relato

Milei vendió una imagen de presidente con visión internacional, capaz de jugar en las ligas mayores. Pero la gestión de su política exterior demuestra que sin un Estado funcionando, sin diplomáticos con autoridad, sin capacidad técnica ni un mínimo de previsibilidad, el mundo no te escucha: te pasa por encima o te ignora.

La salida de Bustamante no es una más: es la renuncia de uno de los pocos funcionarios con experiencia diplomática, que deja una Cancillería acéfala, caótica y sin norte. Y es, también, el símbolo de un gobierno que confundió política exterior con monólogos libertarios en inglés, sin comprender que las relaciones internacionales no se tuitean: se construyen, se negocian, se sostienen.