
Frente a la sede de la Nunciatura Apostólica en Buenos Aires, un grupo de venezolanos en el exilio elevó un pedido concreto: que el Papa León XIV intervenga por la liberación de los presos políticos en Venezuela. La acción, impulsada por el Comité por la Libertad de los Presos Políticos (CLPP) y la ONG Foro Argentino para la Defensa de la Democracia (FADD), busca poner fin a lo que describen como "un régimen de encierro sistemático, tortura y aislamiento".
La misiva, entregada al nuncio Miroslaw Adamczyk, fue acompañada por testimonios de familiares directos, entre ellos Gabriela Hernández, hija de la activista Nélida Sánchez, y Andrés Guanipa, sobrino del dirigente opositor Juan Pablo Guanipa. Ambos relataron las condiciones de hacinamiento, falta de atención médica y prolongados periodos de incomunicación en centros de detención como El Helicoide y Ramo Verde.
La acción en Buenos Aires fue parte de una movilización internacional sincronizada, con actos paralelos en Caracas, Madrid, Berlín, Quito y otras ciudades. En la capital venezolana, la policía bloqueó el acceso a la nunciatura y familiares de detenidos reclamaron frente a un cordón policial por el derecho a visitas, atención médica y libertad plena.
En Madrid, exiliados liderados por el exalcalde Antonio Ledezma entregaron una carta similar enfatizando la inminente canonización de José Gregorio Hernández como contexto ideal para un gesto humanitario del Vaticano. “No se trata solo de fe, sino de vidas en riesgo”, sostuvo Ledezma.
Según datos del Foro Penal, hasta el 14 de julio de 2025 hay 948 personas detenidas por razones políticas en Venezuela. De ellas, 852 son hombres y 96 mujeres. El reciente canje entre El Salvador, Estados Unidos y el régimen de Maduro permitió la liberación de 57 presos, pero organizaciones como Justicia, Encuentro y Perdón aseguran que el número de nuevas detenciones sigue igual o superior, lo que califican como un sistema de "puerta giratoria represiva".
Las demandas al Papa son puntuales: libertad inmediata para los presos, cese del aislamiento prolongado, acceso a alimentos y medicamentos, derecho a visitas y asistencia legal con abogados de confianza. Además, exigen el fin de la persecución a comités de apoyo y familiares.
La carta se entregó a solo tres meses de la canonización de José Gregorio Hernández y la beata Carmen Rendiles, prevista para el 19 de octubre en Roma. Para los firmantes, ese evento es una ventana moral y simbólica para presionar por cambios concretos. Activistas estiman que hay un 35 % de probabilidad de que se produzcan liberaciones significativas antes de esa fecha, si la diplomacia vaticana se involucra.
Pese a la magnitud del reclamo, hasta ahora el Vaticano no ha emitido una respuesta oficial. La Santa Sede ha optado tradicionalmente por la diplomacia silenciosa, como en Cuba en 2014 o durante el fracasado diálogo venezolano de 2017, aunque se mantiene como único actor con legitimidad moral reconocida por ambos bandos.
Distintos analistas barajan múltiples escenarios. Uno de los más probables es una liberación parcial de entre 20 y 100 presos antes de octubre, especialmente si Estados Unidos y la Unión Europea incrementan la presión. Otro, menos probable, es la conformación de una mesa técnica entre el Vaticano y Caracas, mediada por el nuncio o emisarios religiosos.
El escenario menos favorable, pero no descartado, es el estancamiento del proceso con nuevas detenciones. Activistas advierten que ni una sola mujer fue liberada en la ronda de excarcelaciones recientes, lo que refuerza las denuncias de selectividad política y género.
Lo ocurrido en Buenos Aires es más que un gesto diplomático: es una advertencia del exilio venezolano sobre la urgencia moral del conflicto interno. La apelación al Papa no es un simple recurso simbólico, sino una estrategia pensada para activar uno de los pocos resortes de presión con peso internacional que el chavismo no puede ignorar fácilmente.
A menos que la Santa Sede actúe o que factores externos reequilibren el tablero, el número de presos podría mantenerse o incluso aumentar. La próxima señal vendrá en octubre. Hasta entonces, los ojos seguirán puestos en Roma.