26/07/2025 - Edición Nº900

Internacionales

Conflicto en Medio Oriente

Gaza, más allá de Hamás: cuando la guerra se convierte en limpieza étnica

25/07/2025 | Lo que comenzó como una represalia por el ataque del 7 de octubre ha derivado en algo más profundo, más oscuro y más irreversible: una operación de exterminio colectivo que ya no distingue entre combatientes y civiles. El mundo empieza a tomar nota. ¿Llega tarde?



En Gaza ya no se muere por ser parte de Hamás. Se muere por ser palestino. El punto de inflexión ya fue superado. Lo que Israel sigue llamando “guerra” o “defensa legítima” se ha transformado en una maquinaria de destrucción masiva y sistemática contra una población civil cercada, hambrienta y despojada. Más de 38.000 palestinos muertos -el 70% mujeres y niños-, 2,3 millones de desplazados, más del 80% de las viviendas destruidas, y hospitales, escuelas y convoyes humanitarios atacados. Lo que ocurre ya no es una guerra, es un proceso de limpieza étnica en tiempo real.

En las últimas semanas, la comunidad internacional empezó a reaccionar. Tarde, sí. Pero con un lenguaje más claro. Francia anunció su voluntad de reconocer al Estado de Palestina, en línea con lo que ya hicieron España, Irlanda, Noruega y Eslovenia. La respuesta del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, fue virulenta:

“Un Estado palestino en estas condiciones sería una plataforma de ataque para exterminar a Israel. Seamos claros: los palestinos no buscan un Estado al lado de Israel; buscan un Estado en lugar de Israel.”

Netanyahu no acusa a Hamás. Acusa a todos los palestinos. Y rechaza de plano cualquier posibilidad de un Estado que no esté bajo control israelí. Lo que subyace es un concepto: la identidad palestina es, en sí misma, una amenaza existencial para Israel.

Mientras tanto, en Gaza, el colapso humanitario es absoluto. Médicos Sin Fronteras denuncia que su personal “se consume” por el hambre, que ya afecta a más de 1,1 millones de personas en niveles críticos. Grandes agencias de noticias como la BBC, Reuters, AFP y Associated Press emitieron una declaración conjunta alertando por sus periodistas en Gaza: “Luchan por alimentarse a sí mismos y a sus familias”. No hay comida, ni agua, ni combustible. Y sin embargo, la ofensiva continúa, incluso en zonas "seguras" designadas por el propio ejército israelí.

El primer ministro australiano, Anthony Albanese, lo dijo sin eufemismos:

“La situación en Gaza ha superado los peores temores del mundo.”

La comunidad internacional empieza a partirse en dos. Estados Unidos y Alemania aún respaldan a Israel, repitiendo que “tiene derecho a defenderse”, mientras rechazan el plan de Macron para reconocer a Palestina. El nuevo secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, fue tajante:

“Un Estado palestino sería un regalo al terrorismo y una amenaza regional.”

Pero otras potencias no están dispuestas a seguir mirando hacia otro lado. Arabia Saudita elogió la “decisión histórica” de Francia. Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, fue aún más directo:

“Entre todos debemos proteger lo que Netanyahu está tratando de destruir. La solución de los dos Estados es la única solución”.

Incluso en Reino Unido, el primer ministro Keir Starmer enfrenta presiones internas para sumarse al reconocimiento. La idea de que “la paz nace del equilibrio” parece renacer en medio del horror.

Giro histórico o cinismo tardío

Nada de esto ocurre en el vacío. Desde hace años, organismos internacionales como la ONU, Human Rights Watch y Amnistía Internacional vienen alertando sobre el régimen de apartheid, el desplazamiento forzado y el racismo estructural contra los palestinos. Lo del 7 de octubre fue una masacre. Pero lo posterior no ha sido justicia ni defensa: ha sido venganza colectiva, deshumanización y exterminio.

Y lo más brutal: no es una acción militar, es una política de Estado. El ministro de Finanzas israelí Bezalel Smotrich lo dijo sin tapujos:

“Después de esta guerra, Gaza será nuestra. Lo que quede de ella.”

Cuando matar deja de escandalizar

Gaza ya no es solo una herida abierta del mundo árabe. Es una advertencia global sobre lo que ocurre cuando los derechos humanos se subordinan a la geopolítica, cuando la vida se relativiza y la impunidad se normaliza.

La deshumanización del pueblo palestino ha sido tan profunda que ya ni siquiera se necesitan excusas: Israel bombardea campos de refugiados y alega "error"; mata niños y llama a investigar sus propios disparos. Y nada cambia.

Hoy, decir “alto al fuego” no es una consigna ingenua. Es un imperativo ético. Porque en Gaza ya no se trata de Hamás. Se trata de un pueblo que resiste para seguir existiendo.