
En los primeros seis meses desde que la Ciudad de Buenos Aires se hizo cargo de las 30 líneas de colectivos con recorrido exclusivo dentro del distrito, comenzó una transformación profunda del sistema con eje en la eficiencia, la sustentabilidad y la seguridad.
Uno de los pilares de este proceso es la incorporación progresiva de unidades propulsadas con energías limpias. De acuerdo con lo establecido por el Ejecutivo porteño, a partir de 2027 todas las nuevas unidades deberán funcionar con tecnologías sostenibles, ya sean eléctricas o a gas. Para 2026, se prevé que al menos el 15% de la flota utilice esta clase de motorización, y para 2027, el 30%.
El plan incluye además una renovación integral de los colectivos en circulación: ya se sumaron 145 unidades nuevas y otras 141 están en proceso de recambio. La Ciudad fijó un máximo de 10 años de antigüedad para cada unidad, con un objetivo promedio de 4,5 años. Actualmente, la edad promedio es de 6,5 años.
En paralelo, se desarrollaron estrategias de “acupuntura operativa” en siete líneas, eliminando desvíos innecesarios para reducir el consumo de combustible, las emisiones y los costos de mantenimiento. También se llevó a cabo una racionalización de la flota basada en datos como cantidad de pasajeros, kilómetros recorridos y superposición de trayectos. Como resultado, se estima un ahorro anual de $14.000 millones. Un caso emblemático fue la fusión de las líneas 6 y 50, que permitió optimizar el servicio sin afectar la cobertura.
Con más de 4,1 millones de viajes diarios, el colectivo representa el 85% del total de traslados en transporte público en la Ciudad. El traspaso de las líneas al ámbito local no solo habilitó mejoras técnicas y operativas, sino que marcó el inicio del proceso de descarbonización del sistema, en línea con la agenda ambiental global.