27/07/2025 - Edición Nº901

Política

Tensión interna

Kicillof arrastra un PJ dividido a una campaña contrarreloj contra Milei

27/07/2025 | La rosca no cerró, apenas se contuvo. El peronismo bonaerense encara la campaña con desconfianzas latentes, reproches cruzados y un enemigo externo que no para de crecer.



El peronismo bonaerense llegó al cierre de listas con los dientes apretados, las traiciones frescas y una unidad que apenas si se sostiene con saliva y miedo. Lo que se juega en septiembre no es solo una elección provincial: es la supervivencia política de Axel Kicillof y el freno, o no, al avance del libertarismo en el territorio más pesado del país.

El clima entre los socios del oficialismo es todo menos armónico. La Cámpora sigue sin digerir la candidatura de Verónica Magario y acusa al Movimiento Derecho al Futuro (MDF) de imponerla por la fuerza. Enfrente, el sector del gobernador retruca con dureza: Mayra Mendoza no medía, y querían rifar la elección por una interna de partido”. La desconfianza entre intendentes del PJ y la orga de Máximo Kirchner es total.

En ese marco, la intervención de Sergio Massa y Cristina Kirchner fue decisiva para evitar una ruptura de hecho. Pero ni siquiera ese gesto alcanzó para cerrar las heridas. En La Plata, admiten que el clima es de “convivencia forzada” y que cualquier traspié puede hacer estallar todo por los aires. “Fue una negociación de última hora, sin confianza ni proyecto común”, sintetizó un operador clave.

El resultado de esa puja dejó ganadores y perdedores: Magario encabezará en la Tercera, pero con poco respaldo real, y La Cámpora quedó golpeada, aunque lejos de rendirse. El camporismo le factura a Kicillof el desdoblamiento electoral, una jugada que podría terminar jugándole en contra si la elección se le escapa por un punto.

La estrategia del gobernador se sostiene en tres ejes: confrontar con el ajuste de Javier Milei, exhibir gestión como escudo y gritar fuerte por la “libertad de Cristina Kirchner. Pero incluso ese último punto genera ruidos: el reclamo por la expresidenta está en boca de todos, pero no todos lo sienten propio. La campaña corre el riesgo de ser un Frankenstein discursivo, sin narrativa común.

Los actos en el conurbano, la foto con intendentes y el reparto de obras no resuelven el fondo del problema: el peronismo está en crisis de representación, y lo que antes era disciplina hoy es resistencia pasiva. “Hay compañeros que no van a militar con ganas. Eso ya lo sabemos”, reconoce un legislador del espacio.

A menos de dos meses de la elección, el mayor temor no es perder por goleada: es perder por un voto y no saber a quién echarle la culpa. En ese caso, la factura llegará directo al despacho de Kicillof, el último alfil de un modelo que ya no entusiasma ni a los propios.